lunes, 8 de diciembre de 2014

CAPÍTULO TRES. CARTAS CON SABOR A LIMA

CAPÍTULO TRES. SECRETOS


Lola recordaba el sabor de los besos de aquel extraño, y lo peor de todo, le habría gustado que no se detuviera de no ser porque aquel chico irradiaba oscuridad, peligro y un montón de secretos por descubrir.
De una cosa estaba segura; su encuentro debía ser fruto de la casualidad, pues pensar si quiera que él la había encontrado tras una intensa búsqueda le ponía los vellos de punta. Prefirió no pensar en ello, pese a que las continuas preguntas de su amiga Andrea le imposibilitaban la tarea de abstracción.
Por última vez, Lola ─se puso ceñuda, como cada vez que su madre hacía el vano intento de regañarla, gesto que a Lola le resultó cuanto menos cómico─. ¿Quién demonios era ese tipo?
Ah, pensó Lola, esa sí que era una buena pregunta.
¿Quién era el tipo que la había besado sin previo aviso aquel día por la calle, cuando trataba de huir de unos hombres que lo acusaban de ladrón? ¿Quién era el chico que había amenazado con besarla aquella misma noche para después cumplirlo con un brillo en los ojos que la desataba?
Sí, esa era una buena pregunta.
Ya te lo he dicho. No tengo ni idea ─y sin saber por qué, añadió─: no lo he visto en mi vida.
Andrea le regaló una mirada recelosa.
Pues él se comportaba como si ya os conociérais.
Entonces es un lunático ─replicó con despreocupación.
A pesar de que estaba preocupada, no puedo evitar creer con firmeza que aquel desconocido del que ni siquiera sabía el nombre no iba a hacerle daño. Se le había presentado la oportunidad perfecta en aquel baño cerrado con pestillo, y a pesar de ello, había decidido besarla con frenesí. Desde luego, Lola no lo comprendía, pues lo sensato hubiera sido que él le diera su merecido por haberlo delatado a aquellos hombres.
¿Volvería para vengarse? No, no lo creía.
Me da la sensación de que me ocultas la verdad, y se supone que las amigas se lo cuentan todo...─refunfuñó Andrea, quien como todas las mujeres, tenía un sexto sentido para percibir lo que a cualquier otro le habría pasado desapercibido.
Lola le puso una mano en el hombro justo en el instante en el que visualizó que Vanesa y sus compinches se acercaban hacia ellas con lo que auguró no eran buenas intenciones. Que Andrea y Vanesa mantenían una rivalidad absurda que rallaba en lo obsceno era conocido por todos. Que Vanesa intentaba hacer daño a su mejor amiga burlándose en público de Lola era algo que sólo intuía esta última, quien sabía de sobra que hacer daño a la deslenguada de su amiga sin salir escarmentada implicaba un dominio de neuronas que dudaba que tuviera Vanesa.
Mira quienes están aquí; las inseparables Pili y Mili ─soltó con sorna, mientras Jessica y Verónica, sus inseparables perritos falderos, soltaban una risotada.
Bueno Lola, pues ya ves que estamos todos ─le dijo Andrea a Lola, y esta se temió lo peor, pues su amiga era de las que devolvía las pullas, a su parecer, con mayor maldad de la debida─. La Jessi, la Vero y la Vane han venido a comerse a los niños en la noche de Halloween. Dime una cosa, Vane ─la otra dio un respingo, pues odiaba aquel diminutivo─, ¿Pretendes hincarle el diente a algún atontado con novia o simplemente vienes a que te digamos que ese escote es tan ordinario como las mechas californianas que llevas, que por cierto, dejaron de llevarse la temporada pasada?
De manera instintiva, Lola se mordió el labio mientras dedicaba una mirada renuente al ostentoso escote en uve que Vanesa, disfrazada de una Blancanieves que quizá tuviera como objetivo escandalizar a los siete enanitos, llevaba sobre el pecho muy orgullosa. No es que ella tuviera envidia, a pesar de que no tenía unos pechos grandes con los que escandalizar a Álvaro, pero algo se removió en su interior al imaginar que, por un instante, su amado profesor de literatura se sintiera atraído por aquella chica que, colgada de su brazo, aparentaría ser una pareja de su misma edad.
Yo no le voy a hincar el diente a nadie ─replicó muy ufana, y luego le dedicó la consabida mirada de intenciones a Lola, quien fingió que no se lo esperaba─, pero al parecer, a tu amiguita Lola no le importa perder la virginidad y la decencia en un baño cochambroso con un completo desconocido.
Andrea apretó los puños, dispuesta a darle la guerra que Vanesa reclamaba. Angustiada, Lola, a quien poco le importaba el comentario malicioso, le puso una mano en el hombro mientras le susurraba al oído que se marcharan de allí.
Una mentira más, y te comes la lengua de víbora que tienes ─le advirtió Andrea, quien dio un paso hacia delante y la agarró de las solapas del vestido de Blancanieves.
Andrea, ya basta. No es necesario que nos rebajemos a su altura ─le pidió Lola, quien de las dos era la más sensata.
Sí, eso... ─titubeó Vanesa, quien de repente se había quedado desamparada, pues sus dos compinches se habían largado sin decir una palabra.
Andrea soltó el aire, se lo pensó, pero al final, asintió a regañadientes y se dio la vuelta para acompañar a Lola hacia otra parte. Pero Vanesa, quien no pudo soportar el berrinche, la provocó de espaldas:
Vete con tu zorrita particular a otra parte. El lunes en clase todo el mundo sabrá que es una puerca a la que le encanta ser manoseada en un baño público.
Antes de que Lola pudiera detenerla, Andrea corrió hacia Vanesa y la derrumbó de un puñetazo. Si alguien creía que las peleas de chicas eran algo así como un par de bofetadas y tirones de pelo dulces, estaba equivocado. Lola se llevó las manos a la boca mientras les gritaba que se detuvieran, a pesar de que Andrea, en aquella pelea de adolescentes macarras, llevaba las de ganar. Cuando un grupo de chavales, auspiciados por el alcohol y la emoción de ver a dos hembras batallando como si aquello fuera una pelea de barro, hicieron un corrillo a su alrededor, Lola decidió intervenir soltando la mano de Andrea, quien sostenía un mechón de pelo de Vanesa mientras esta última aullaba de dolor.
¡Ya basta! Dejad de comportaos como dos energúmenas, por favor ─les pidió desconsolada, pues ella era más de libros que de bofetones.
De repente, y aprovechando que ella se había interpuesto entre ambas, Vanesa la agarró del pelo jalándola como una poseída. Lola solo pudo llevarse las manos a la cabeza mientras le pedía a su amiga que le quitara aquel gremlin ─fue la palabra exacta que utilizó para describirla─ de encima. Y Andrea lo hizo, pese a que Vanesa se aferraba al cabello de su amiga como si le fuera la vida en ello. Cuando se soltó, le agarró la capucha y el vestido, soltándose cuando Andrea la obligó de un empujón, lo que provocó que el disfraz de Lola se hiciera jirones.
Esto no se va a quedar así ─advirtió Andrea a Vanesa, quien retrocedió al percatarse de la superioridad numérica.
Ya lo creo que no... ─replicó, con una sonrisa que auguraba las peores intenciones.
Lola colocó una mano en el hombro de su amiga cuando se percató de que esta tenía la intención de perseguir a Vanesa hasta el fin del mundo si fuera necesario. La vieron correr hacia la salida, y fue entonces cuando Lola pudo respirar con tranquilidad.
Vámonos de aquí. Ya he tenido suficiente por hoy.
Andrea echó un vistazo al vestido de su amiga, tensó los labios y asintió con rabia.
No me puedo creer que no te hayas defendido ─la reprendió.
Estaba demasiado ocupada quitándome sus manos de encima ─replicó, y batió la cabeza con resignación─. Además, para mí no tiene sentido defenderse con los puños. No somos dos niñatas que pegan puñetazos. Tú no eres así, Andrea.
La mirada censuradora que lanzó a su amiga se granjeó un resoplido.
Claro que soy así. Lo siento, pero no puedo evitar defender a mi amiga cuando alguien le ataca, a pesar de que esté empeñada en comportarse de una forma modélica porque sabe que yo sí que puedo mancharme las manos de mierda.
Andrea se largó andando con la cabeza metido entre los hombros, el cuerpo tenso y el rostro arrebolado por la emoción, mientras que Lola la vio marchar sin decir una palabra. Al final, se largó arrastrando los pies hasta su casa, y prefirió no pedir un taxy, pues su aspecto la abochornaba.
No pudo parar de pensar en las palabras de su amiga, y supo que los secretos habían marcado entre ellas una línea que las separaba. Si Andrea supiera que ella estaba colada por su pofesor, al que ella veía como Álvaro, el chico de la puerta de al lado , supuso que se pensaría aquello de “comportarse de una forma modélica”.
Estaba en la esquina de su casa cuando algo peludo la tiró sobre el suelo y comenzó a babearle la cara. Angustiada, soltó un chillido, pero al abrir los ojos, se encontró con Simba, el perro de Álvaro, quien la saludó con más alegría de la que su vecino solía mostrar últimamente hacia ella.
En respuesta, le acarició el lomo con cariño hasta que un tirón de correa los separó y ella pudo ponerse en pie. Se encontró con los ojos llameantes de Álvaro, quien observaba su aspecto con gesto censurador. Si pensaba que ella no era más que una niñita deseosa de llamar la atención, aquello bastaba para confirmar la mala opinión que tenía de ella.
Lola se agarró con nerviosismo la falda de su disfraz, se mordió el labio y alzó la barbilla para devolverle la mirada. Él tensó la mandíbula, en la que lucía una barba cuidada que lo hacía mayor, tentador, prohibido y muy atractivo. Tenía el cabello negro despeinado, como si estando dormido algo lo hubiera desvelado, y los ojos negros, ligeramente enrojecidos por la falta de sueño, le ofrecían una mirada dura cargada de reproche.
Parece que te lo has pasado muy bien en esa fiesta ─le soltó de mala manera.
A Lola no le gustó aquel tono cargado de reproche, pues era lo suficiente personal para no ser utilizado por su profesor de literatura. Se fijó en sus facciones dura, en la mano tensa que rodeaba la correa de Simba y en la pose inflexible que rodeaba su cuerpo. Estaba enfadado, pese a que no tenía motivos para estarlo.
Tampoco le gustó sentirse juzgada cuando no había hecho nada para merecerlo, ni sentirse humillada y empequeñecida al estar frente a él.
No es lo que estás pensando ─musitó, como la adolescente que era.
A él le brillaron los ojos con algo peligroso.
¿Y se puede saber que es lo que estoy pensando? ─replicó, con voz dura.
Jugueteó con el dobladillo de su falda, muy nerviosa.
Nada bueno, supongo.
Qué perpicaz, señorita Alcázar ─ella supo que él la llamó por su apellido para hacerle daño; y lo consiguió─. A quién se le ocurriría intuir que algo ha debido de pasarle para que regrese a su casa a medianoche con poca ropa y el cabello revuelto.
Lola dio un respingo ante aquella alusión. Las lágrimas de rabia le atenazaron la garganta, pero no le impidieron defenderse.
En ese caso no te atrevas de decirlo en voz alta ─su determinación provocó que Ávaro entrecerrara los ojos─. Sea lo que sea lo que estés pensando es mentira, y a mí me importa lo suficiente como para no querer oírlo.
Como sus palabras demostraban tanto, enfiló hacia su casa con las llaves en la mano y la intención de no echar la vista atrás. Estaba introduciendo la llave en la cerradura cuando Simba se encaramó a su espalda y volvió a tirarla, esta vez boca abajo. Pataleó y comenzó a sollozar, derrumbándose pese a que lo que en realidad quería era fingir que nada le importaba, ni siquiera lo que él pudiera pensar de ella.
¿Lola estás bien? ─le preguntó Álvaro, quien la sobresaltó al tomarla de la mano.
Ella supo que no se lo preguntaba por la caída, y aquello la puso más nerviosa y furiosa.
¡Quítame de encima a tu perro, por favor! ─exigió, y estalló en un sollozo.
Álvaro se apresuró a hacer lo que ella pedía, y pese a que intentó alejarse de él cuando la ayudó a levantarse, no pudo soltar la mano que él agarraba con una posesividad que la angustió y le gustó a partes iguales, pues temía hacer una tontería que la dejara en evidencia.
De pronto, Álvaro soltó la corra del perro, y con la mano libre, le acarició la mejilla para borrarle las lágrimas que resbalaban por su rostro. Lola entreabrió los labios sin poder evitarlo, dejó caer los párpados y emitió un jadeo desde el fondo de su garganta. Ya no había rabia, sino un profundo deseo que se había apoderado de su interior. Observó que a él se le oscurecían los ojos, lo que definitivamente debía de significar algo. Entonces, se separó de ella a pesar de que se negaba a soltar su mano.
Jamás me perdonaría que lloraras por mi culpa ─se disculpó, marcando las distancias al soltarle la mano.
A Lola aquel gesto la disgustó, y antes de darse la vuelta para introducir la llave en la cerradura, le soltó con atrevimiento:
Querrás decir que no te perdonarías hacer llorar a una niña de diecisiete años.
Antes de que él pudiera replicar, y le dio la sensación de que lo haría, consiguió abrir la puerta de su casa y encerrarse dentro, esforzándose en no dar un portazo que despertara a sus padres y la dejara en evidencia.
Se tiró en la cama, y se acostó con el disfraz puesto y el maquillaje emborronado. Al quedarse dormida, soñó con Álvaro y aquel verano tan maravilloso que habían pasado juntos.
Álvaro preparaba la cena en la cocina, y se notaba que le encantaba la tarea, pues se movía con elegancia entre cacerolas y sartenes. Lleva una fina camiseta de algodón que se pegaba a su cuerpo, ese que Lola sabía que trabajaba haciendo footing todas las mañanas. Se sonrojó cuando él la descubrió observándolo con cara de boba, y con una sonrisa pícara, le hizo un gesto con el dedo para que se acercara hacia ella. La invitó a probar lo que estaba preparando llevándole una cuchara a la boca que ella saboreó con coquetería.
Mmm...¿Voy a tener que preocuparme? ─al ver que él enarcaba una ceja sin comprender, ella añadió─: Dicen que las mujeres conquistan a los hombres por el estómago, pero me parece que tú estás intentando lo mismo conmigo.
Álvaro dio un paso hacia atrás, trastabilló con el taburete de la cocina y estuvo a punto de caerse. Colocó las manos sobre la encimera de la cocina, mientras Lola se esforzaba en disimular una risilla para no ponerlo aún más nervioso. En aquella posición tan varonil, él ladeó la cabeza y la atrapó bajo una mirada angustiada.
Qué mala eres, Lola ─le dijo, a escasos centímetros de sus labios.
Ella se encogió de hombros, se inclinó hacia él y soltó.
No soy mala porque tú no me dejas, Álvaro.
Él sacudió la cabeza, se peinó el cabello y se apartó de ella con incomodidad.
¿Estás segura de que a tus padres no les importa que cenes en mi casa? ─insistió, y a ella le fastidió que lo hiciera para quitársela de encima.
Lola lo miró con el gesto dulce.
No lo sé. Pasarán la noche fuera y no les he preguntado.
A Álvaro se le desencajó la expresión.
Lola.

***
Dos días después, Lola se despertó con los ojos enrojecidos por las lágrimas, pues le dolía más de lo que estaba dispuesta a aceptar que Álvaro creyera lo peor de ella sin antes exigirle una explicación. Era injusto, distante como nunca lo había sido con ella. No podía parar de preguntarse dónde estaba el Álvaro cercano, alegre y cariñoso que había conocido en verano.
De mala gana, se vistió con el uniforme escolar para ir hacia el instituto. Se suponía que uno debía poner distancia con la persona a la que intentaba olvidar, pero muy difícil lo tenía, pues además de ser su profesor y tutor, se trataba del vecino de la casa de al lado.
Llegó al instituto, donde no le pasaron desapercibidas las miraditas y cuchicheos que muchos de sus compañeros de clase le dirigían a su paso. Se sentó en su pupitre, esforzándose en disimular que todo iba bien, y que poco le importaba lo que un enjambre de quinceañeros hormonados pudieran pensar de ella. Sólo que importaba. De hecho, la fastidiaba muchísimo.
Antes de que comenzara el recreo, Andrea fue hacia su pupitre para hablar con ella. Lola elevó la cabeza, tranquila al ver que su amiga no parecía tener nada contra ella.
Lola, tenemos que hablar.
¿Ya no estás enfadada? ─le preguntó esperanzada.
¿Qué? Quita quita....esto...no sé como decirlo ─se mordió los labios, muy nerviosa─. Vanesa le ha ido con el cuento a todo el mundo de que...tú y ese lobo compartisteis más que palabras en ese cuarto de baño. Te juro que le voy a partir la cara.
A Lola se le descompuso la expresión. A los diecisiete, un mal rumor podía destrozarte la vida. Tus amistades y todo lo que a esa edad era importante se podía venir abajo por las malas palabras de una compañera que tenía veneno en vez de sangre.
¿Qué mote me han puesto? ─exigió saber, pues sabía de sobra que ya le habrían otorgado alguna palabrita que ultrajaría su autoestima.
Andrea sacudió la cabeza, tratando de restarle importancia, pese a que su semblante exponía todo lo contrario.
Eso no tiene importancia; lo que digan un grupo de niñatos es...
Que me lo digas ─insistió tajante.
Caperucita violada ─Andrea se mordió los labios, y acto seguido le ofreció un abrazo─. Lo siento muchísimo, Lola. Ya sabes que haré lo que haga falta para que esa peliteñida se trague sus palabras una a una.
Lola apaciguó a su amiga con un aspaviento de mano.
No hagas nada ─musitó desanimada.
Si había pasado un fin de semana apático escuchando música triste encerrada en su habitación, aquel suceso bastaba para terminar con su menguada autoestima.
¿¡Cómo que no haga nada!? ─vociferó Andrea.
Significa que te estés quieta ─replicó de mal humor─. Me voy a mi casa.
No te van a dejar salir del instituto.
En este momento me encuentro muy enferma ─mintió, a pesar de que se sentía enferma de la gente en general.
Cuando se levantaba para salir con la mochila al hombro, Andrea le gritó, pese a que no se detuvo.
¡Huir no solucionará las cosas!
Y eso fue todo, pues se encaminó por el pasillo ante las miradas insidiosas de algunos de sus compañeros. Un grupo de alumnos, al pasar por su lado, aullaron como si estuviera en el cuento de Caperucita. Lola trató de ignorarlos, y se encaminó hacia el despacho de su tutor, al que pocas ganas tenía de ver, a pesar de que era el único que podía solucionar ese problema.
Pero no fue necesario, pues en mitad del pasillo, se le encontró con la expresión aireada. En cuanto la vio, se acercó hacia ella, y sin mediar palabra, la cogió del brazo para arrastrarla hacia su despacho, en el que se encerraron. Álvaro la empujó contra la pared sosteniéndola por los hombros hasta asustarla. Parecía fuera de si, y a Lola llegó a asustarla, pues el Álvaro con completo dominio sobre sí mismo había desaparecido.
¿Se puede saber qué tengo que pensar de todas esas habladurías, eh? ─la sacudió al no obtener ninguna respuesta. Inclinó su rostro hacia el suyo, como ningún otro profesor había hecho, y le exigió con la mirada algo que a ella la conmovió─. Dime que es mentira todo lo que dicen de ti. Por favor, Lola.
Por favor...
Una palabra que le estremeció las entrañas, pues descubrió que aquel rumor lo afectaba tanto como a ella. Asintió mientras tragaba con dificultad, y Álvaro suspiró, apoyó la cabeza sobre la de ella y la abrazó como si tratara de consolarla, o intentara consolarse a sí mismo, pues Lola no lo supo con certeza.
Todo es mentira. Todo..., te lo juro, yo...
Él se separo de ella para callarla con un dedo sobre los labios.
Maldita sea, lo sé de sobra. Te conozco y era incapaz de creer lo que escuchaba por los pasillos, pero necesitaba escucharlo de tu boca ─. La miró con dureza─. Dime lo que pasó en esa fiesta.
Ella se separó un tanto incómoda. Debería delatar a aquel lobo que tantos problemas le había granjeado, pero no lo hizo. No sabía por qué, pero algo en ese extraño la conmovió al atisbar una necesidad de cariño que quizás y sin saberlo ella pudo paliar con sus besos.
Sólo créeme. ¿Qué importa el resto? Un rumor sin fundamento de una compañera a la que no le caigo bien.
¿Quién? ─exigió saber.
Lola desvió la mirada, pues a pesar de ser una chica muy sensata, opinaba como el resto de los jóvenes de su edad: los conflictos entre compañeros se solucionaban sin la intermediación de un profesor.
Álvaro dejó de presionarla y utilizó un tono más suave que de costumbre.
Lola, solo quiero ayudarte.
Lo sé, pero...
Soy tu profesor ─le advirtió─. Lo que te pase es mi responsabilidad.
Ella se desplomó ante aquella verdad.
Eso también lo sé ─respondió de mala gana.
Si no me lo dices llamaré a tus padres.
Aquella amenaza se granjeó una mirada insolente de su parte.
¿A sus padres?
Maldito fuera Álvaro por nombrarlos instantes después de empotrarla contra la pared como ninguno profesor debía hacer con una alumna.
Es Vanesa, mi compañera de clase.
Álvaro asintió, y algo peligroso le brilló en los ojos.
¿Me puedo ir ya? ─le exigió.
Por supuesto que sí ─antes de que ella abriera la puerta, él añadió─: te juro que hoy solucionaré lo sucedido. No volverás a escuchar esos rumores.
Quiero irme a casa ─le pidió.
Lola, no puedo...
Si no te parece bien que te lo pida como alumna, lo haré como amiga. Álvaro, por favor...
A pesar de que dudó, él asintió con gesto grave.
Te aprovechas porque sabes que soy incapaz de decirte que no ─replicó con dulzura, y a ella eso le hizo sonreír─. Por hoy puedes irte, Lola. Te prometo que los rumores cesarán.
Con un tímido gracias, ella se marchó del instituto horas antes de que el timbre de la campana sonara. Se alegraba de que Álvaro la hubiera creído sin dudar, a pesar de que la preocupa, y por qué no admitirlo, se sentía esperanzada de palpar su evidente preocupación.
En vez de marcharse directa a su casa, pues sabía que tendría que recibir las preguntas de su madre, enfiló hacia una cafetería cercana a la que solía asistir de vez en cuando. En cuanto el camareró la reconoció, le preparó un Moca de chocolate blanco que degustó junto a la ventana. Fue entonces cuando, para su sorpresa, se encontró a aquel lobo solitario observándola sorprendido desde la entrada. Lola se levantó aturdida y con la certeza absurda de que él la estaba persiguiendo. En cuatro pasos, se plantó frente a él y en un arranque de ira que la sorprendió incluso a ella, le lanzó a la cara el café caliente.
¡Ni se te ocurra decir una maldita palabra! Por tu culpa soy el hazme reír de mi clase y la Caperucita violada. O te disculpas o me dejas marchar ─le espetó, mientras él la observaba asombrado y con el rostro empapado por el café.
La agarró del brazo con algo peligroso y oscuro en el semblante, casi amenazante. Lola le sostuvo la mirada, pues el enfado que se había apoderado de ella le impedía hacer uso de la sensatez. Entonces, él la soltó y ella se marchó corriendo, sin darse tiempo a pensar en lo sucedido.
Descansó en un parque cercano, donde fue consciente de que guardaba algo en el bolsillo de su pantalón. Con el rostro ceñudo al percatarse de que era una carta a su nombre, la desplegó y la leyó con curiosidad.

Querida Lola,
Hace tiempo que te observo sin que tú te des cuenta, a pesar de que eres la clase de chica a la que sentirse observada de la forma en la que yo te miro la alagaría dibujando una sonrisa en esos labios que me tientan mientras sueño, y me hipnotizan mientras escribo esta carta que me prometí no escribir, luego tirar a la basura, y después no enviártela.
A los doce años, leí aquello de: “No espero nada. Así no me decepciono”, desde entonces, aquella frase ha sido una constante en mi vida. ¿Por qué, entonces, espero de ti lo imposible? No lo sé, tal vez seas el punto de inflexión que no estoy dispuesto a aceptar.
De hecho, no creo en las almas gemelas y los amores imposibles. Créeme Lola, tú y yo no podríamos ser más distintos. Tú eres todo luz; sonrisas que pueden iluminar hasta la sombra más maldita. Yo estoy lleno de grises, así que te pido por puro egoísmo que no te apagues, porque cuando te contemplo, siento que esa luz se refleja en mí, tan sólo un poco; lo necesario para creer que incluso existe la esperanza para un tipo como yo.
No quiero que respondas a esta carta, o tal vez sí; no lo sé. Eso lo dejo a su elección, me pareces la clase de chica lista que se deja llevar por los impulsos de hacer lo que le da la gana, y eso me encanta.
Fdo;
Qué más da.
PD: Si quieres contestarme envíame una respuesta a la dirección que te indico.


Aquella carta la dejó con muchas preguntas y una sola certeza. Álvaro, sin duda, era el que la había escrito, introduciéndola en su bolsillo mientras estaban en su despacho. El libro favorito de ambos era: “Mi planta de naranja lima”, y aquella frase que le había llegado al corazón, sin duda, pertenecía a aquel libro.

24 comentarios:

  1. Madre mía!!!! Me vas a matar!!!!quiero que llegue el próximo ya!!!! Felicidades me encanta!!!! Estoy súper enganchada...y ahora de quien es la carta??? Yo no estoy tan segura que sea de Alvaró.... O si??? Ummmmm :)

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  2. Pues yo diria qe la carta es de Alvaro,pero seria muy obvio,me encanta,me he pasado el lunes esperando el capitulo...fantastico Chloe

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  3. Perfecto...k bien escribes y como me gusta no me cansaré de decírtelo. ?...esta historia ya me tiene enganchada....sigue guapa adelante...

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  4. Seguro k es alvaro el de la carta o es.mi.lobo ayy dios como me dejas asi y ahora asta el jueves??

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  5. Me a encantado el capitulo , y creo que Alvaro esta celoso. No estoy tan segura de que la carta sea de Alvaro en mi opinion pueden ser de cualquiera de los dos.
    Deseando de leer el proximo capitulo.
    Besotes!!!

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  6. me ecanto... esperamos con ancias el sig capitulo.. saludos!!

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  7. Oiiis que interesante! No creo que la carta sea de Álvaro, diría que es de Logan pero contigo ¡a saber! Tengo ganas de ver al profe más celosillo jiji
    Andrea es absolutamente genial, defendiendo con todas a su amiga, me encanta.
    Muchas ganas de leer el siguiente capítulo *-*
    Besos!

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    1. Andrea es una buena amiga aunque le fallan as formas. La pobre Lola tiene que espabilar jaja
      besoss

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  8. Ufffff me gusta me gusta eso se pone emocionante... quien juega con fuego se quema y esta lola le gusta jugar a dos bandas ;) impacienteeee por el próximo capitulo

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    1. Por ahora está coladita por Álvaro pero todo se andará jejeje

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  9. Tiaaa me superencanta!!!!! Ya me tienes atontá los lunes y los jueves esperando el capitulo. Con lo mal que llevo las esperas, jejejejeje. Y Andrea mi personaje favorito jijiji. Besitosss guapiii!!!

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  10. OMG... me encanta Álvaro y su personalidad de bueno y profesor correcto... Felicidades
    A la espera del siguiente. ..
    Eres Éxito

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  11. Estoy segura que la carta es del "Lobo", supongo que hay que esperar pero eso es lo que creo!

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    1. Acabo de ver tu comentario. Ahhh puede ser de él o de Álvaro, yo no digo nada jeje
      gracias por leerme!
      besos

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  12. Me gusta la historia, seguiré con las pxmas "cartas". Me tiene enganchada.Sólo un detalle: es craso error, no grasso error. Saludos

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    1. Me alegro que te tenga enganchada :) muchas gracias por leerme, y espero que la historia te siga atrapando
      Gracias por el detalle. Lo cambio ahora. La verdad que a veces es difícil ver los fallos porque publico los capítulos conforme los voy escribiendo.
      un beso!

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