lunes, 1 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 1. CARTAS CON SABOR A LIMA

CARTAS CON SABOR A LIMA

SINOPSIS
Lola siente que, a sus 17 años, está de vuelta de todo. Sabe que la vida es un lugar feroz en el que comes o eres comido.
No hay nada peor que estar enamorada de “el chico de al lado”, quien resulta ser su profesor de literatura; y ni siquiera el hecho de sentir una extraña atracción por el enigmático Logan puede consolarla.
Pero todo se vuelve más caótico el día que recibe la primera de una larga lista de cartas firmadas por alguien que parece conocerla mejor que sí misma, y que descubre todos sus anhelos con unas palabras que rozan su alma como jamás nadie lo ha conseguido antes.

¿Quién es el misterioso escritor? ¿Por qué la vida te golpea cuando menos te lo esperas?

Mientras intenta descubrir la identidad de su admirador secreto, Lola se adentra en los peligros de hacerse adulto, donde enamorarse parece ser el menor de sus problemas..., o tal vez no.

***

CAPÍTULO 1: DESENCUENTROS A LA HORA DE LA CAMPANA.
Lola es la protagonista de esta historia. Una chica muy calladita

Aquel día había pasado de ser una prometedora mañana a convertirse en un aciago desencuentro con su profesor de literatura. Todo comenzó una hora antes de la llamada del timbre escolar que ponía fin a una tediosa jornada escolar para iniciar la salida de chicas que había previsto con sus amigas, en la que comprar el disfraz con menor tela posible para la noche de Halloween se convertía en algo prometedor y excitante.
La profesora Morales había salido de clase con la excusa de buscar una fotocopia, a pesar de que todos los alumnos conocían su tórrido romance con el director del instituto, pues ambos aprovechaban aquellas excursiones de pocos minutos para dar rienda suelta a la pasión como si fueran dos adolescentes en pleno apogeo de las hormonas. Mientras tanto, Lola y su amiga Andrea salieron al pasillo para cotillear a sus anchas sobre el embarazo sorpresa de Cristina, la compañera que llevaba faltando a clase desde hacía un par de semanas por una supuesta enfermedad contagiosa.
─Lo único que puede contagiarnos es su estupidez. Cristina es tan ligera de cascos que lo extraño es que no se hubiera quedado embarazada mucho antes ─comentó Andrea, en tono malicioso ─, pero que no se preocupe. Ese problema se soluciona a los nueve meses.
─¡Andrea! ─la censuró su amiga, apretando los labios en un gesto censurador ─. No hables así de esa pobre chica. No me gustaría que ninguna de las dos estuviésemos en su lugar. Al fin y al cabo, tenía unas notas excelentes y juraría que una carrera prometedora...
Andrea desdeñó aquel comentario con un gesto de mano.
─Dicen que el profesor Aguado se enteró de su estado al pillarla en una farmacia comprando un test de embarazo, y que por eso la obligó a contárselo a sus padres.
Lola se mordisqueó el pulgar muy nerviosa.
"El profesor Aguado".
Aquel hombre la sobresaltaba con tan sólo mencionar su nombre en voz alta. Su vecino, un tipo que le había parecido encantador a primera vista, con un pastor alemán al que se había ofrecido a pasear todas las tardes por un módico salario que, teniendo en cuenta la holgada situación económica de sus padres, no necesitaba. Se había pasado el verano entero suspirando por él, y es que el profesor Aguado conseguía aquel efecto en todas las mujeres, incluidas las alborotadas alumnas a las que impartía literatura.
Pero con Lola era distinto, y ella lo sabía desde la primera vez que lo vio. Para ella no había sido el profesor Aguado, pues en aquel verano de libertad, lo había conocido como Álvaro, el atractivo hombre recién licenciado de veintitantos que le recomendaba libros y con el que tenía charlas de lo más interesantes que con cualquier chaval de su edad habrían desembocado en una pregunta inevitable acerca de su talla de sujetador.
Álvaro.
Dejó escapar el aire y se apoyó sobre la pared, mientras escuchaba vagamente los comentarios que Lola vertía sobre el barrigón que se le iba a poner a la pobre Cristina.
Álvaro.
Cuánto había cambiado el día en el que ambos descubrieron que eran profesor y alumna. Desde entonces, los paseos a Simba, su perro, habían quedado suspendidos, y en un encuentro fortuito de camino a su casa, él le dijo, con visible molestia cuando ella se le acercó para saludarlo, que su relación debía basarse en la estrictamente docente que relacionaba a un profesor y alumna.
Qué tipo tan presuntuoso, desagradable, y ... atractivo.
─¿Estás ahí? ─Andrea le dio dos toquecitos en la frente al sentirse ignorada.
─El profesor Aguado es un tipo de lo más entrometido, ¿No te parece? Debería haber dejado que Cristina solucionara sus problemas por sí misma, al fin y al cabo, sólo es nuestro maestro.
─Pues a mí me parece que hizo bien. Tenía que contárselo a sus padres, y no me hubiera gustado estar en el lugar del profesor, aunque...pensándolo mejor, estar en el lugar de Cristina es muchísimo peor, ¿No te parece?
Andrea soltó una risilla que Lola apaciguó sacudiendo la cabeza.
─Me parece que eres una víbora ─soltó con la suavidad necesaria, pues era incapaz de enfadarse con su amiga ─. Y por supuesto, no tienes razón. El profesor Aguado es la clase de persona que cree tener una flor en el culo. Es capaz de repartir insuficientes a diestro y siniestro, pero es un pedante insoportable incapaz de recibir una mala crítica.
Andrea apretó los labios e inclinó la cabeza en un gesto que su amiga no logró comprender, pues continuó con su perorata.
─¿Qué? Es la verdad. Se idolatra así mismo. Es insufrible, estoy deseando perderlo de vista.
─Me temo que por ahora eso es imposible ─replicó una voz grave a su espalda.
Lola sintió que el mundo se le caía encima al escuchar la voz del profesor Aguado. Se llevó las manos al rostro y soltó un gemido de terror. Con el rostro lívido y el corazón encogido, se dio la vuelta para encontrarse con la expresión tensa del profesor Aguado, quien le lanzaba una mirada atravesada capaz de derretir el Polo Norte.
     Evidentemente, el aspecto del típico profesor de literatura que todos hemos tenido alguna vez.

─Buenos días, profesor. Y sólo para saber a lo que me enfrento, ¿Cuánto de lo que he dicho ha escuchado? ─le preguntó, fingiendo una entereza que no poseía.
Andrea tiró de la manga del chaleco de su amiga, tan aterrorizada como la propia Lola.
─Desde lo de la flor en el culo hasta la parte en la que me tachaba de insufrible. Todo, señorita Alcázar.
A Lola le tembló la barbilla antes de poder articular una sola palabra.
─Lo lamento muchísimo, profesor Aguado. Se lo juro.
Al profesor Aguado le brillaron los ojos con algo peligroso antes de decir:
─¿Lamenta que lo haya oído todo o lamenta haber dicho tales cosas? ─la retó.
Lola tragó con dificultad mientras se ponía tan roja como el color del extintor que colgaba de la pared. Deseó convertirse en la mujer invisible, escapar por la ventana y correr hacia su casa para meterse en la cama y llorar a lágrima viva.
Dentro del aula, un tumulto de alumnos curiosos se habían desplazado hacia la puerta, y sus cabezas sobresalían las unas sobre las otras para escuchar aquel encontronazo con el profesor Aguado.
─Las dos cosas.
─Muy bien, señorita Alcázar, puede retirarse. Lo último que quiero es importunarla con mi insufrible presencia.
Desde el interior de la clase se escucharon unas risillas de lo más inoportunas que el profesor Aguado solapó con una mirada iracunda.
Lola agachó la cabeza para entrar en la clase y así poder perderlo de vista, pero la voz grave del hombre la detuvo de inmediato.
─Por cierto, espero que cuando vea su nota del examen no crea que se debe a la opinión que usted tiene de mí. Me trae sin cuidado, y jamás podría aprobar a una persona que cree que hito se escribe sin hache.
El estruendo de carcajadas que siguió a aquel comentario la convenció de una cosa: el profesor Aguado no era insufrible; era imbécil. Jamás podría perdonarle aquel comentario que la tachaba de ignorante frente al resto de compañeros de su clase. Y a pesar de que su amiga Andrea le palmeó la espalda y le ofreció algunas miradas de consuelo, su rostro enrojecido tuvo que soportar las burlas de sus compañeros de clase, comandadas por la petarda de Vanesa.
─Eh, Lola, Seguro que ahora dejas de mirar de hito en hito con cara de boba al profesor Aguado cuando explica en clase ─soltó Vanesa, para hacerle daño.
─A lo mejor si le quitas la hache lo entiende ─añadió una de sus seguidoras, comentario que se ganó la risotada general de la clase, exceptuando a Lola y Andrea, quienes no se rieron
***

"Por fin", pensó en silencio, cuando la campana marcó el final de aquella desastrosa jornada de clase.
Lola se echó la mochila al hombro, y con un asentimiento de cabeza para despedirse de Andrea, se marchó de clase todo lo rápido que pudo, para no tener que soportar las continuas burlas de sus compañeros.
No estaba acostumbrada a ser la cabeza de turco de aquella jauría de lobos, así que las críticas malignas le sentaron como un jarro de agua fría en pleno invierno. Refunfuñando por ser la pelele del aquel día, se dirigió a su casa arrastrando los pies, y con las manos metidas en los bolsillos.
Por primera vez en su vida, agradeció cobijarse bajo la vestimenta ordinaria del uniforme escolar que tanto aborrecía, pues en aquel paseo de regreso a casa, tan sólo deseaba ser una chica normal, con una vida anodina y los desvaríos propios de cualquiera de su edad. Y en cierto modo, podía decirse que sí que lo era, obviando un pequeño detalle que, desde hacía varios meses, trastocaba su sencilla existencia y le arrebataba el sueño por las noches.
¡Estaba colada por su profesor de literatura!
Desde aquella fatídica mañana en la que él se había presentado delante de su clase como su tutor y profesor de literatura, estuvo segura de que si hubiera conocido aquel dato, sus sentimientos hacia él serían muy distintos. Lo había conocido de manera accidentada, pues era la clase de chica de su edad que pocas palabras cruzaba con sus vecinos, y desde entonces, por más que intentaba relacionarse con gente de su edad, los encontraba vacíos, aburridos y carentes de aquel poder magnético que Álvaro poseía sobre ella.
El pastor alemán de Álvaro había saltado la valla que separaba las dos casas para corretear tras el gato de Lola, quien asustado, se había encaramado a la rama de un árbol de la que le fue incapaz de bajarlo por muchos gritos insistentes que le dirigió. Entonces, aquel hombre apareció para dejarla con la boca abierta, medio desnudo de cintura para arriba, pues estaba a punto de darse una ducha cuando su perro se escapó por la puerta trasera que había olvidado cerrar. Tras disculparse con educación, reptó por el árbol con una habilidad que dejó a Lola perpleja, para luego coger al gato con sumo cuidado y ofrecerle una nueva disculpa que ella recibió con una sonrisa.
Sí, estaba segura de que se había enamorado de él en el primer momento que lo vio.
No se parecía en nada a los chicos de su edad, lo cual lo hizo más interesante, si es que era posible. Un hombre con todas las letras, que rozaba esa peligrosa línea que separaba al tipo joven del hombre adulto cargado de niños y obligaciones. Y ahí empezó todo.
Visitas justificadas por excusas absurdas del tipo: “¿Puedes abrirme este tarro? Yo no tengo fuerza...” “¡Huy, pero sí a mí me encantan los perros! ¿Qué si me apetecería sacarlo a pasear? ¡Por supuesto! “Ese libro que he visto sobre la mesa parece interesante, ¿Me lo recomiendas?”.
Trabaron una amistad atípica en la que Lola, cada día, necesitaba tenerlo más cerca. Se convirtió en su obsesión de los diecisiete, y lo espiaba a todas horas, por la ventana, en el porche de su casa...
Se sentía esperanzada al percatarse de que, pese a su atractivo, aquel vecino suyo llamado Álvaro no recibía visitas femeninas. Las miradas, los gestos espontáneos...todo le decía que, por mucho que él se empeñara en mantener las distancias debido a la diferencia de edad, entre ellos existía una tensión no resuelta difícil de ignorar.
¡¡¡PUM!!!
Algo duro la catapultó contra el suelo. Al sentir como su tobillo se doblaba, soltó un alarido de dolor, mientras caía sobre un pecho firme que la recibió entre unos brazos cálidos y de manos muy largas.
─¡Eh! ¿Se puede saber qué haces? ─exclamó horrorizada, al sentir las inconfundibles manos masculinas de un hombre en sus nalgas que, tras su sorpresa, le taparon la boca.
Lola abrió mucho los ojos, forcejeando encima de aquel cuerpo sobre el que estaba tirada de mala manera. El extraño soltó un juramento, se incorporó atrapándola por la cintura, y tras la visión fugaz de algunos mechones rubios y una mandíbula angulosa, la alzó en brazos para transportarla pese a su voluntad hacia un callejón estrecho muy cercano.
En cuanto la depositó en el suelo, Lola comenzó a gritar como una energúmena. Y eso fue todo, pues unos labios suaves le callaron la boca con un beso silencioso que le aceleró el corazón. Cerró los ojos y soltó un jadeo por la sorpresa. Aún no le había visto el rostro cuando él empujó su cuerpo contra la pared, y tomándola de la cintura, la pegó hacia él mientras la besaba con reclamo.
Aturdida, se dejó besar durante unos segundos. Sintió aquella boca cálida sobre la suya, las manos de él en su cintura, apretándola de manera autoritaria sin permitirle rechistar. Aquellos labios la besaron y mordisquearon hasta dejarla sin respiración. La lengua de aquel tipo le acarició el labio inferior, provocando el deseo prohibido que rugió en su estómago. Pero cuando percibió la necesidad de aquel desconocido, y la suya propia, se asustó y quiso quitárselo de encima. Él, por su parte, le aferró la boca para obligarla a abrir los labios. Lola no pudo más, y con la respiración entrecortada, lo empujó fuera de su alcance para luego comenzar a golpearle el pecho con los puños cerrados, destilando una furia inusitada en ella.
   A todas nos ha pasado alguna vez que un extraño con este aspecto nos besara sin pedir permiso.

Atisbó detalles como sus ojos azules, su cabello desordenado y su sonrisa ladeada. Escuchó un estruendo de pasos acercarse, por lo que quiso gritar para pedir auxilio, pese a que el desconocido se limitaba a mantener los brazos en alto, deteniendo sus golpes.
─¿Por dónde se ha metido ese ladrón? ¡Sigue por ahí! ─escuchó gritar a alguien.
No necesitó más de dos segundos para identificar al ladrón, quien dedicándole una mirada de advertencia, la empujó de nuevo contra la pared y retuvo sus muñecas por encima de su cabeza. La boca de él se pegó a su frente, pues era varios centímetros más alto que ella.
─Ni una palabra, princesita ─le ordenó con voz queda. Lola, pese a todo, hizo el intento de gritar, por lo que aquel tipo le aferró las muñecas con una mano y le tapó la boca con la otra ─. Si insistes, te taparé la boca con otro beso. Sé que te ha gustado.
Lola lo calcinó con la mirada, pese a que se ganó una mueca de aburrimiento por parte de su captor.
Al tenerlo tan cerca, se fijó en sus facciones angulosas. La barbilla estaba poblada por una barba castaña y poco espesa, los ojos azules tenían una expresión distante, como si tuviera la mente en otro sitio. Tenía pinta de ser un tipo inaccesible, de esos que causaban problemas sólo de tenerlo cerca, ¡Y ella lo había descubierto en pocos minutos en su compañía!
Tenía un aspecto desaliñado, rebelde y casi prohibido. Una boca tentadora que sabía lo que hacía, a pesar de que lo detestaba por su comportamiento arrogante e injustificado. Por si fuera poco, todo apuntaba a que se trataba de un ladronzuelo del tres al cuarto.
Supuso que era mayor que ella, quizá cuatro o cinco años. No le interesó, ni eso ni su actitud descarada. En cuanto los pasos se alejaron y él aflojó el agarre, lo empujó lejos de su alcance y le propinó una bofetada que la asustó incluso a sí misma. Jamás había golpeado a un hombre, y era una chica lo suficiente tranquila y cauta como para saber que no era buena idea el ir abofeteando a desconocidos en mitad de una callejón solitario.
Aquel tipo se llevó la mano a la mejilla enrojecida, se la acarició y le lanzó una mirada difícil de desentrañar. En ese momento, Lola supo que no iba a hacerle daño, pues se alejó de ella y caminó directo hacia la salida del callejón, asomando la cabeza antes de atreverse a salir.
─Eres asqueroso ─le escupió ella, colocándose a su lado.
El extraño no dio muestra de arrepentimiento, y con una mirada burlona, le recorrió el cuerpo vestido con aquel uniforme de instituto hasta hacerla sentir pequeña e insignificante. Repasó su faldita de cuadros, la mochila a la espalda y el rostro turbado por la emoción. En aquel momento, no había deseo ni nada parecido en los ojos azules.
─Cuando te estaba besando me ha parecido que pensabas todo lo contrario ─le soltó, y Lola se puso colorada de rabia ─. No te emociones; estabas en el sitio equivocado en el momento equivocado.
Con aquella frase, se marchó corriendo dejándola con la palabra en la boca. Lola tuvo que contener las ganas que sintió de gritar, y pese a que le pareció oportuno seguirlo para recriminarle cuatro cosas en voz alta, hizo acopio de su sentido común y se marchó camino de su casa, esforzándose en olvidar aquel acontecimiento desagradable y a aquel chico al que, con toda seguridad, no volvería a ver en su vida.
Pero el destino confabuló a su favor para que pudiera devolverle aquella jugarreta, pues a escasos metros divisó a los hombres que lo perseguían, y agazapado en una calle cercana, al chico que la había besado para luego soltar un comentario mordaz que, para qué negarlo, le había herido el orgullo femenino.
No pudo evitarlo, y con una sonrisa que auguraba las peores intenciones, ignoró la mirada iracunda ─que no suplicante─, con la que aquel engreído la amenazaba en silencio desde la distancia.
Se acercó como la jovencita displicente y educada que era, con las manos recogidas tras la espalda.
─¿Buscan a un chico rubio con pinta de macarra de barrio ordinario? ─les preguntó.
Los dos hombres la miraron asombrados y asintieron al unísono.
Lola señaló al tipo que, ahora que corría calle abajo como un desquiciado, no parecía tan intimidante.
─Pues fíjense qué casualidad, ¡Por ahí va corriendo!
No se detuvo a contemplar como aquel par de hombres echaban a correr tras él, pues se encaminó con premura hacia su casa donde, como era de esperar, su madre la estaba esperando con su mejor cara iracunda debido a la tardanza, que se afanó en solapar con un beso en la mejilla femenina y un abrazo al padre que nunca la sermoneaba.
Tras almorzar, se metió directa en su cuarto, del que ni siquiera salió tras los miles de mensajes telefónicos cargados de emoticonos de sus amigas, quienes le insistieron en que se reuniera con ellas para elegir el disfraz de Halloween. Sencillamente no estaba de humor, y con una escueta respuesta, les pidió que eligieran el disfraz más bochornoso que fuera posible.
Con el rostro apoyado sobre el escritorio, intentó concentrarse sin éxito en su tarea escolar, pues lo último que deseaba era suspender el comentario crítico que Álvaro, es decir, el profesor Aguado, les había mandado para mañana. Suspender no sólo sería una mal revés para sus ansiadas ganas de ir a la universidad, sino que además, le estaría brindando la oportunidad perfecta para ponerla en ridículo delante de toda la clase, que al parecer, era su principal objetivo en aquel maldito curso.
Pero no pudo hacerlo, y en cambio, pese a que se esforzó en detestarlo, recordó sin poder evitarlo uno de sus múltiples encuentros de aquel verano que le había parecido mágico e inolvidable.
<<La mano de Álvaro le rozó el codo cuando pasó por su lado. Sabía que se trataba de un gesto involuntario, pues pese a que lo captaba mirándola cada vez que creía que ella no se percataba, él se empeñaba en mantener las distancias, para su fastidio.
Abrió la nevera mientras le pedía con palabras amables que no se moviera de donde estaba, lo cual era innecesario teniendo en cuenta que no era capaz de hacerlo. Sacó una bolsa de hielo, la abrió y dejó algunos cubitos sobre un paño de cocina. Con el improvisado remedio en la mano, se acercó hacia Lola. Observó su rostro afligido por el dolor y le dedicó una sonrisa amable.
¿Puedes caminar hacia la silla?
Bueno...─lo intento, pero aulló de dolor al posar la punta del pie en el suelo.
Álvaro la detuvo pasando un brazo por debajo de sus piernas y otro por su cintura. A ella se le escapó el aire al sentir que volaba sobre sus brazos sin el menor esfuerzo, y se agarró a él como si le fuera la vida en ello, pese a que sabía de sobra que ni la iba a soltar ni se iba a caer. Acomodó la cabeza sobre su pecho, aspiró su olor y sintió que estaba en la gloria. Disfrutó de aquel momento de cercanía hasta que la depositó sobre una silla.
Sin decir una palabra, alzó la pierna de Lola hasta colocar el tobillo malherido sobre su muslo. Se había agachado ante ella, quien no pudo evitarlo. Aprovechó aquel instante para acariciarle el cabello negro con descaro.
Pese a que no se apartó, frunció el ceño con cierta incomodidad.
¿Qué haces?
Tenías algo en el pelo ─le mintió.
Supo que él había adivinado que era mentira, por ello agradeció que sonriera para no dejarla en evidencia. Era una pésima mentirosa; de hecho, siempre lo había sido. Se le notaba a leguas que Álvaro la afectaba. Lo buscaba a todas horas con la mirada, e iba a su casa con cualquier excusa tonta con tal de tenerlo un poquito más cerca y disfrutar de su compañía el mayor tiempo posible. Sonreía como una boca cada vez que se lo encontraba en la puerta, y por qué no fingir que él se alegraba tanto de verla, y que aquella sonrisa que iluminaba su rostro la tenía sólo para ella.
Acercó el paño helado a su tobillo, y le agarró la pantorrilla con la otra mano para que no alejara la pierna de manera instintiva. Lola apretó los labios, pero enseguida se le pasó el dolor, persistiendo una leve sensación molesta que se difuminó al sentir sus dedos sobre la piel.
Cuánto agradecía llevar unos pantalones cortos, pues sentir sus dedos sobre la piel desnuda fue la mejor de las caricias. En nada se parecía a los besitos castos que había compartido con algún que otro chico.
¡Esto era mejor, mucho mejor!
Más ardiente, prohibido, tentador y adulto.
¿Cómo dices que ha sucedido? ─le preguntó, visiblemente preocupado.
Simba ha visto a una perrita y ha arramplado conmigo y con las macetas de la Señora Martinez. No he sido capaz de dominarlo. Por cierto, nuestra vecina opina que tienes a un bicho peludo al que deberías enseñar modales. Creo que vas a tener que doblarme el salario, porque después de mi respuesta, me va a negar el saludo y esos dulces tan apetitosos que me regala en navidad.
Aquel comentario se ganó la carcajada de Álvaro, quien le acarició la mano con ternura, muy divertido. Lola suspiró de placer, deseando que volviera a repetir el gesto.
¿No eres muy mayorcita para comer dulces? ─replicó con encanto.
Se mordió el labio con coquetería, y respondió:
Un dulce no amarga a nadie, ¿Verdad?
La asustó el tono sexual y explícito que contenían aquellas palabras, y a Álvaro le entró una tos nerviosa que trató de disimular apartándose de ella.
Creo que deberías ir al médico, ¿Quieres que llame a tus padres?
Definitivamente, ahora me siento muchísimo mejor ─respondió con descaro, levantándose para estar a su lado.
Álvaro se alejó de ella, pero fue incapaz de apartarle la mirada. Por primera vez, sintió que la miraba con hambre, como la mujer que era, y no como la niña que él creía ver.
Menos mal. No me perdonaría que te hubiera pasado algo ─replicó, en un tono que dejaba entrever más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta. O eso le pareció a ella.
Puedes invitarme a cenar con ese asado del que tanto presumes ─le soltó de pronto con picardía.
Lola, no creo que eso sea...
¿Qué hay de malo en una cena entre amigos?
Álvaro se pasó la mano por la barbilla, visiblemente nervioso.
Tú y yo no somos amigos.
¿Y entonces qué somos? ─musitó.
Vecinos.
¿Nada más?
Sintió que Álvaro temblaba a su lado.
Lola...

¿Cómo podía haber cambiado tanto de la noche a la mañana?, se preguntó a sí misma, mientras por su mente pasaban imágenes de la apetitosa cena, las risas compartidas y las caricias ─supuestamente involuntarias─ que habían compartido aquella noche.
Conoció la respuesta al percatarse de que, desde el porche de su casa, Álvaro la observaba con una expresión difícil de desentrañar. Distante.
Se quedaron mirando durante un rato hasta que Lola, para su sorpresa, corrió la cortina para perderlo de vista.
Él había cambiado porque ahora era su profesor, y si se empeñaba en comportarse de una manera tan desagradable, ella estaba dispuesta a pagarle con la misma moneda.
Profesor y alumna.
¡Qué así fuera!
***
Logan apoyó la cabeza sobre la pared de la celda, mientras escuchaba el monótono discurso que su tío le tenía preparado. No le importaba, en absoluto. Agradecía que su tío le llenara la cabeza de represalías incómodas, pues así evitaba pensar en aquella chiquilla, el sabor de su boca y la mirada retadora, cargada de malicia, que le había ofrecido antes de delatarlo.
─¿Me estás escuchando? Pasarás la noche en prisión. No sé en qué estabas pensando...¡Maldita sea! ¡Préstame atención! ¿Me oyes, Logan? ─el tono iracundo de su tío comenzó a provocarle dolor de cabeza.
─Es difícil no hacerlo teniendo en cuenta que no paras de gritar ─respondió en tono glacial.
─Eres un niñato..., deberías haberte quedado con tu madre ─escupió su tío con furia.
Logan se agarró a los barrotes para pegar su rostro al de él.
─Cuidado ─le advirtió, de una manera que no daba opción a réplica.
Había pocas cosas que le importaran en esta vida. Su madre, o lo que quedaba de ella, formaba parte de ese selecto grupo por el que estaba dispuesto a matar.
Su tío, preso de la desesperación, agachó la cabeza apesadumbrado.
─Lo siento...no quería...
─Vete por donde has venido. Por menos de cuatrocientos euros no me pueden tener mucho tiempo encerrado aquí dentro.
En su fuero interno, maldijo el momento en el que tomó la decisión de robar aquel abrecartas. Lo hizo movido por el instinto de venganza, a pesar de que él no era un vulgar ladrón. Por suerte, lo único que le importaba estaba guardado en su bolsillo.
Aquel pliego de papel que lo había llevado hasta la cárcel sí que merecía la pena.
─Carla me ha llamado. Está muy preocupada por ti ─le informó su tío, con toda seguridad para que recapacitara en su actitud, pues la susodicha no era santo de su devoción, si es que alguien podía cumplir sus estrictas aspiraciones.
Ah, Carla.
Cuanto menos curioso que se creyera en disposición de hacerle recriminaciones absurdas por haber compartido un simple revolcón. Tras salir de la cárcel, tenía que dejarle las cosas claras. Por su bien, y por el suyo propio. No era una persona a la que coger cariño, pues iba y venía de un lado para otro, sin detenerse a pensar en las personas que dejaba a su paso.
─Yo también estoy preocupado por ti ─le anunció con pesar.
Logan se sentó sobre sus rodillas en una esquina de la celda. Le respondió sin mirarlo. Estaba cansado, muy cansado. De todo en general. De la vida, las miserias que lo rodeaban y sus ansias de acabar con aquel problema de una vez por todas.
─Déjame en paz ─masculló con violencia, como cada vez que alguien se preocupa por él.
Escuchó como los pasos de su tío se alejaban para dejarlo solo, pegó la cabeza a la pared y cerró los ojos. En lo último que pensó antes de que el sueño se apoderara de él fue en aquella jovencita a la que, con toda seguridad, encontraría para darle una lección.
Nadie se reía de Logan Taylor.


¿OS HA GUSTADO? ¿QUÉ OS PARECE LOLA? MMM...¿QUÉ SECRETO OCULTA LOGAN TAYLOR? Y SÍ, SU AMIGA ANDREA ES UN POQUITO VÍBORA, PERO ES BUENA GENTE :)
¡NO OLVIDES COMENTAR!!!







37 comentarios:

  1. Me encanta!!!!!! Cual es el secreto de logan??? Que pasara entre lola y alvaro??? No aguanto la espera!!! Sube el siguiente!!!!! Puede ser hoy???? Jajajajaj ;)

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  2. Me gustó mucho!!! a ver como sigue!!!

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  3. Muy bueno con ganas de saber cual es el secreto de logan omg sube el otro capítulo hoyyyyy x favor jajajaja

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  4. Guapi!!!!! Me encanta, quiero más quiero más, jajajajjaja, 2 capitulos por semana es muy poco, ������.

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  5. ay, es que no me da tiempo a más jajajaja estoy liada con las correciones de mi próxima novela y las opos T_T
    pero si me comenta mucha gente quizás me animo! jjejej

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  6. Ya queremos el próximo capitulooooo esta buenísima la historia! Gracias Chloe por tu ingenio y por tus novelas tan entretenidas, me dejas picada con esta novela espero que puedas subir el capitulo pronto! :D Saludos guapa!

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  7. Me ha gustado muchooo y quiero masss con los curiosa quw soy

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  8. Que buena pinta...! Estoy deseando leer el siguiente capitulo. Enhorabuena chloe. :*

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    1. ¡Me alegra saber que te gusta!!! El jueves nuevo capítulo!

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  9. ¡Me ha encantado! Lola tiene a una amiga muy viperina la joia y un profesor de coco y huevo, antipatico al máximo. DESEANDO QUE SEA EL LUNES PARA SEGUIR LEYENDO

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  10. Me gusto mucho demasiado interesante, te deja con ganas de saber más...

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  11. Me he divertido mucho con Lola me encanto el primer capitulo no puedo esperar para el lunes esta muy entretenido Chloe sos un sol

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  12. Me encatooo!!! Adoré este trio, un serio, un rebelde y una chica terrible. Muro por saber mas. Ahhh, para mi el profesor esta loquito pr Lola ;)

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  13. Me encanto, que hay en ese papel q esconde logan.
    Alvaro sentira celos de Logan
    Por fa el jueves.... ♡♡♡

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  14. K buena historia ya me dejaste con ganas del siguiente. . Uyuyuy chico malo a la vista...Jajaja k me gusta...

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  15. Me esta gustando así q a esperar el próximo capítulo jajaja

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  16. Ayns! Esto promete mucho *-* Lola va a estar entre dos bandos jiji Logan tiene pinta de ser un personaje de los que me gustan a mí, y Álvaro la fantasía de toda (o casi) adolescente ¡quiero saber ya más!
    Andrea genial, seguro que nos da momentos divertidos ¿verdad, verdaaaaaad?
    Espero el próximo capítulo con ganas!

    Muuuuak

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  17. Chloe como nos haces esto no nos puedes dejar asi asta el lunes. Me encanta el.personaje de lola tan joven y con tanto x vivir .vas a sacar cada semana uno??

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    1. Dos a la semana. Los lunes y jueves. Lola tiene que ir madurando con la historia. Por ahora no ve mas allá de Álvaro y en los proximos capitulos la liará bien! no digo más jeje

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  18. Como empieza esto de fuerte !! Me gusta mucho los enfoques y la aparición de Logan descoloca . Esperare impaciente el próximo capitulo , menos mal que el lunes es fiesta y podremos leerlo en cuanto lo subas jejeje ;) Besoss

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    1. mañana! voy a publicar capítulos los lunes y jueves, así que mañana podéis leer el segundo capítulo! :D

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    2. por cierto Chole las fotos con los comentarios son lo mas jajajjajajaajjaja me parto de risa

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  19. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  20. wow¡¡¡¡ me ha encantado esta historia, Logan, Lola y El Profesor gracias, mañana a leer más

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  21. Me ha encantado este principio... Este trío promete. El profesor / vecino... ay, ay, ay. Logan que se quiere vengar de ella... Madre mía!!!!!

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  22. SIGUIENDOTE...CARIÑOS!!! A LEER EL PROXIMO CAPITULO!!!! GISE

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