jueves, 18 de diciembre de 2014

CAPÍTULO CINCO Y CAPÍTULO SEIS CARTAS CON SABOR A LIMA

CAPÍTULO CINCO: REBELDÍA
Andrea estaba demasiado cabreada con Lola como para dirigirle la palabra en la clase del día siguiente. No sólo el hecho de que su amiga le ocultara algo la ofendía, sino que además se había atrevido a largarse de aquel pub cuando ella trataba de disuadir al portero de que no las echara del lugar como si fueran un par de gamberras
¿Por qué su amiga se comportaba de una forma tan rara? ¿Dónde estaba la Lola dicharachera que era el alma de las fiestas y siempre tenía una sonrisa para todo el mundo?
Durante el verano que Andrea había pasado en Londres perfeccionando su inglés, algo lo suficiente grave debía de haberle sucedido a su amiga como para que su estado de ánimo resultara tan deprimente.
Se empeñaba en quedarse encerrada en casa todas las tardes, apenas prestaba atención en clase, no mostraba entusiasmo por nada en particular...
La había notado rara durante las llamadas telefónicas que compartieron el pasado verano, pero había supuesto que no eran más que elucubraciones suyas afectadas por la distancia que las separaba, hasta que regresó de su verano en Londres para encontrarse a una Lola muy distinta que nada tenía que ver con la amiga alegre que había dejado en España meses atrás.
Estaba claro que el amor le había jugado una mala pasada a su amiga; ¿Pero quién era el culpable?
Echó un vistazo rápido a sus compañeros de clase, y se encontró con un amplio catálogo de acné, sudoración que necesitaba duchas de agua y jabón, y móviles que vibraban en los bolsillos. Estaba segura de que ninguno de aquellos cromañones era el rompecorazones que traía a Lola de cabeza, pues no tenía ningún sentido que su amiga ─a la que tenía por una chica cabal y muy centrada─ se hubiera quedado pillada de uno de ellos.
Suspiró y trató de prestar atención al profesor Aguado, quien explicaba el análisis sintáctico como si fuera la octava maravilla del mundo. Aquel tipo podía ser atractivo, hacer babear al resto de las alumnas y dar la impresión de que en la pernera de los pantalones guardaba mucha experiencia, pero a Andrea le resultaba la clase de intelectual pedante y desabrido en el que nunca se hubiera fijado.
Se acordó de Michael, aquel inglés pelirrojo y desgarbado que había conocido en Londres. Suspiró y echó un vistazo a su teléfono móvil. Desde que se habían conocido, un flechazo los había unido de manera irremediable.
A ella, la misma que no creía en el amor a primera vista, y a la que ahora le robaba el sueño un inglés delgaducho pero de gran labia.
Michael la hacía reír, era cariñoso y tenía mucha paciencia, cualidad que era necesaria para lidiar con su carácter desatado y a veces impredecible. Lo echaba tanto de menos...
Ambos se habían prometido que no mantendrían una relación más allá de la amistad, pues ninguno de los dos creía en la distancia. Entonces, la razón de por qué se enviaban aquellos mensajes tan cariñosos se le escapaba.
Estaba colada por Michael, y era lo suficiente lista para saber que él estaba pillado por ella, pero le daba pavor que él pudiera fijarse en otra, por lo que se había empeñado en establecer la suya como una relación basada en la amistad.
Sí, la amistad y el deseo de meterle mano en cuanto lo tuviera delante.
I miss you
Recibió aquel mensaje breve como si fuera la declaración de amor más bonita que, a sus diecisiete años, cualquier chica pudiera desear. Tres palabras que la hicieron estremecerse y soltar un suspiro de ensoñación.
Aburrida por la clase del profesor Aguado, se apresuró a teclear un respuesta rápida con la que responderle.
Me too
¡Benditas clases de inglés que sus padres le habían pagado y que ella había osado odiar en voz alta!
Una mano masculina le arrebató el teléfono móvil de un manotazo. Andrea estuvo a punto de gritar, hasta que descubrió que aquella desagradable mano compuesta por cinco dedos asquerosos que deseó rebanar con un cuchillo jamonero era la del puñetero profesor Aguado, quien le dedicó una mirada triunfal que ella recibió con los brazos en jarras.
─I miss you...me too ─osó leer en voz alta, granjeándose la carcajada general de toda la clase. Andrea se encogió de hombros, pues era lo suficiente desvergonzada como para que lo que opinaran un atajo de adolescentes aburridos por la literatura española pudiera afectarle lo más mínimo─. Me alegro de que le vaya tan bien en el tema amoroso, Andrea. ¿Tiene pensando invitarme a la boda?
Más risas.
Refunfuñó por lo bajo, pues sabía que granjearse la antipatía del profesor Aguado teniendo en cuenta sus bajas notas sería un suicidio escolar. Por el rabillo del ojo, contempló que Lola asesinaba con la mirada al profesor, como si a su amiga la afectara aquella burla más que a sí misma. De hecho, conocía de sobra a su amiga como para saber que era una chica de lo más sensible.
No le dio tiempo a ofrecerle una mirada que quería decir: “me importa una mierda lo que diga el memo de literatura”, pues Lola soltó en voz alta:
─Pensé que estábamos en clase de español, y no de inglés, profesor.
A Andrea se le descompuso la expresión ante aquel comentario descarado, y un montón de cabezas, junto con la suya, se giraron para contemplar la expresión del profesor Aguado, a quien se le oscurecieron los ojos y daba miedo de lo tenso que estaba.
─Haré como que no he escuchado su comentario y continuaré con la lección ─concedió Álvaro.
Andrea asintió tratando de relajarse, mientras contemplaba el rostro aireado de su amiga.
¿Qué demonios le había picado a la dulce Lola?
─Además de políglota es sordo.
Andrea se tapó la boca con las dos manos, como si con aquel gesto pudiera callar el comentario de su amiga, que al igual que a ella, había dejado al resto de la clase con la boca abierta, y al profesor Aguado con dos palmos de narices y cara de imbécil.
─Salga de clase. Ahora.
Lola se levantó con una sonrisa chulesca, como si hubiera conseguido lo que estaba buscando.
─Parece portero de discoteca, profesor ─continuó.
Andrea trató de captar la atención de su amiga, rogándole en silencio que fuera lo que fuera que estuviera haciendo, se detuviera de inmediato. Pero no lo consiguió, y tuvo la impresión de que a su amiga se le había ido la cabeza.
El profesor Aguado le devolvió su teléfono móvil con un gesto seco antes de hundir las manos en el antebrazo de Lola y arrastrarla hacia el pasillo, cerrando la puerta de la clase de un sonoro portazo. Todos sus compañeros, incluida ella, corrieron hacia la ventana de la puerta para cotillear lo que sucedía en el exterior, pero lamentablemente, el profesor Aguado había decidido que aquella conversación merecía discutirse en la privacidad que le confería su despacho.
***
Lola contempló a Álvaro y supo que se había equivocado, lo que no le impidió continuar en sus trece. Si él estaba cabreado ─no dudaba que lo estuviera─, ella lo estaba mucho más.
Le había escrito un par de cartas melosas para luego dejarla en ridículo en medio de aquel pub, pues no se había conformado con manosear a aquella morena voluptuosa delante de sus narices, sino que además, se había atrevido a humillarla en público pidiéndole al portero que la sacara de aquel local.
¡Maldito fuera Álvaro por tratarla de aquella manera, y maldita fuera ella por creer que tenía alguna oportunidad!
Maldita. Más que maldita por quererlo todavía. Por ansiarlo como si fuera suyo. Por...
─Si me tienes que decir algo, que sea en privado y no delante de toda la clase ─le exigió él.
Caminó hacia el escritorio, apoyó las palmas de las manos sobre la mesa, y en aquella postura que a ella la hizo arder, exhaló un suspiro ronco. Pesado. Caliente.
─Yo a ti no te tengo que decir nada, porterucho de discoteca ─lo insultó aireada.
Si trataba de demostrarle que no era una niñata, no lo estaba consiguiendo.
Él ladeó la cabeza para fulminarla con la mirada.
─Que sea la última vez que me insultas ─le advirtió con una calma peligrosa.
─Anoche fuiste tú quien me insultó y aún no te has disculpado.
─Anoche te puse en tu lugar, y volveré a hacerlo si te pasas de lista.
Con el puño cerrado, golpeó el escritorio como si quisiera afianzar sus palabras. Lola cerró los ojos por la sorpresa del golpe, y cuando los abrió, se encontró con su expresión agitada. Acababa de desatar a la bestia.
─¿Y cuál es mi lugar? ─lo retó, dando un paso hacia él.
Álvaro se irguió hasta dejarla a la altura de sus hombros.
─¿Qué es lo que quieres de mí, Lola? ─exigió saber. La voz le tembló un poco, lo que a Lola le otorgó la creencia de que no le era tan indiferente como pretendía hacerle pensar.
─Eso ya lo sabes ─respondió con valentía.
Álvaro la miró de una manera extraña que no supo desentrañar, pero intuyó que le dolía. Le dolía, necesitaba más y le gustaba demasiado. Fue como si aquella mirada debiera acompañarse de una caricia que no llegó porque les estaba prohibida. Porque él se empeñaba en poner distancia entre los dos.
Rodeó su escritorio, escribió algo en un papel y caminó hacia ella para entregárselo en la mano. Los dedos de él quemaron sobre los suyos.
─Quedas expulsada del instituto durante una semana ─le espetó.
Se quedó atónita, sin ser capaz de reaccionar durante unos segundos. Quiso mirar el papel, pero le tembló la barbilla y lo miró a él. Siempre lo miraba a él.
Y como si con aquella frase no le hubiera hecho el daño suficiente, añadió con voz dura:
─Que te lo firmen tus padres.
Le dio un empujón que terminó por sacarlo de sus casillas.
─Eres un cerdo.
Álvaro soltó algo así como un gruñido, la empujó contra la pared y la sostuvo contra su cuerpo. Los ojos le llamearon cuando le repasó todo el cuerpo con detalle. Todo. Absolutamente todo. Los pies, las piernas, los muslos, el vientre...deteniéndose sobre sus pechos hasta que los ojos se le oscurecieron, en una mirada que la hizo arder. Sintió que el nudo de su garganta subía y bajaba con dificultad, mientras le sostenía las muñecas hasta hacerle daño. Entonces alzó la cabeza para mirarla a la cara.
─Vas a hacer que me despidan ─la culpó desesperado. Su voz sonó ronca; tremendamente masculina.
Soltó sus muñecas, despegándose de ella para luego alejarse de regreso a su escritorio, como si se maldijera a sí mismo por haber perdido las formas. Se pasó la mano por el cabello, la miró de una manera distante y, por un instante, repasó el rostro de aquella mujer rubia que tenía sobre su escritorio, junto a la que aparecía abrazado en aquella fotografía que denotaba cariño.
La clase de cariño que a ella era incapaz de darle...
Fue lo último que vio, pues salió del despacho con aquella nota que debían firmar sus padres.
***

Logan Taylor permaneció en la misma cafetería en la que había descubierto a aquella pequeña engreída. Con una cerveza en la mano, el cuerpo apoyado en la barra y la moto aparcada en la acera.
La primera vez que llegó a ese lugar no había ido con la intención de verla. De hecho, había pasado por allí por casualidad. Prefirió no recordar lo que continuó a aquel inesperado encuentro, pero se vio a sí mismo con la cara y el pelo empapado por un café caliente.
Joder.
Era engreída, orgullosa, y la clase de chiquilla que él tanto detestaba. Con toda seguridad, una estudiante aplicada que vivía en una preciosa casita, tenía unos padres sobreprotectores y algún pretendiente bastante pardillo.
La chica que lo estaba volviendo loco, por mucho que le pesara.
─Ha sido una sorpresa verte por aquí. Te hacía en Estados Unidos, trabajando como mecánico o algo así ─le dijo su acompañante.
─He venido a visitar a mi tío ─le mintió.
No quería que aquel hombre supusiera que había regresado a España por los motivos que podían acarrearle la clase de problemas que estaba evitando.
─¿A tu tío? Creí que...
─Estoy sin blanca ─se apresuró a matizar, lo que sí era verdad.
Andrés le soltó un apretón de manos.
─Si vas a estar mucho tiempo por aquí, necesito a alguien que me eche un cable en el taller. Un favor por otro favor.
Sabía a lo que se refería, pues le había conseguido un puesto de trabajo a Andrés cuando había viajado hacia los Estados Unidos por un puesto de trabajo que al final no había sido para él.
─Estoy de paso.
Logan Taylor siempre estaba de paso.
─Piénsatelo de todos modos.
Se despidió de aquel tipo con el que no había previsto encontrarse, y rogó que mantuviera la boca cerrada acerca de su encuentro. Luego recordó que Andrés no estaba relacionado con el hombre al que él había ido a buscar, pero se exigió de todos modos ser precavido.
Hasta que la vió.
Aquella chica entró a la cafetería como un vendaval indeseado en primavera. De acuerdo, no era exactamente indeseada, pero...
Se llevó la cerveza a los labios, la observó de reojo pedir el mismo café que le había tirado aquel día a la cara y sentarse a su lado, sin percatarse de su presencia. Tenía el gesto aireado, lo que demostraban sus mejillas arreboladas y su expresión agitada.
Quiso largarse porque sabía que lo metería en problemas, pero fue incapaz de mover los pies. Entonces, como si hubiera adivinado sus pensamientos, ladeó la cabeza y abrió los ojos de par en par al encontrarlo a su lado.
─Hola ─lo saludó con frialdad.
Lo molestó que fuera tan evidente que no se alegrara de verlo, por lo que alzó la cerveza para devolverle el saludo con una desgana que no sentía.
─No te estoy siguiendo ─le hizo saber.
─No soy tan arrogante para pensar lo contrario ─replicó, aludiendo a su encontronazo de la noche anterior.
Ella dejó la taza de café sobre la mesa, como si un amargo recuerdo le hubiera quitado el apetito de repente. Logan supo que no era él en quien estaba pensando.
─Sigue esperando a que me disculpe ─gruñó. Tenía la voz áspera, como si hubiera estado llorando.
─No espero nada de ti.
Ella entrecerró los ojos, y por un instante dudó. Logan maldijo sus palabras.
¿Por qué no podía controlarse cuando la tenía delante? Un error más...un fallo más...
─ Ni siquiera yo espero nada de mí a estas alturas... ─dijo al fin.
Logan pudo respirar tranquilo.
─Ahora te autocompadeces. Interesante ─respondió con voz monótona.
─No estaba hablando contigo.
Logan hizo caso omiso a su comentario, señaló su uniforme y preguntó aquello por lo que sentía tanta curiosidad.
─¿No deberías estar en clase?
Para su sorpresa, ella respondió.
─Acaban de expulsarme.
No debía interesarle lo más mínimo, pero siguió indagando.
─¿Por qué?
─Porque mi profesor es un imbécil.
La miró de soslayo, y comprendió que aquella chiquilla no se parecía en nada a la idea preconcebida que se había forjado de ella. Tomó un sorbo de su café, lo dejó en la mesa y soltó un pequeño suspiro que a él le hizo mucha gracia.
─Ni siquiera sé el porqué estoy hablando con un extraño.
Le tendió la mano de inmediato.
─Me llamo Logan.
Ella miró su mano con reticencia. Durante un breve instante dudó, hasta que al final la estrechó para decirle que se llamaba Lola. Él no se lo pensó, le devolvió el apretón atrayéndola de un tirón hacia sus labios. No fue más que un roce suave, caliente y breve, pero disfrutó cuando ella se separó de él con la boca abierta y la frente arrugada.
─¿Se puede saber por qué me has besado? ─exigió indignada.
Se terminó la cerveza de un trago, dejó un par de monedas sobre la mesa y la rodeó para marcharse.
─Porque me ha dado la gana ─replicó, y era la verdad.
Logan Taylor siempre hacía lo que le venía en gana, y aquella no sería una excepción. Ella no sería una excepción. Tomaba lo que quería de la gente porque nunca recibía nada que mereciera la pena. Algo que lo hiciera creer en la bondad, el cariño desinteresado y todas aquellas chorradas de las que hablaban en los libros y las películas de amor.
Caminó hacia la calle, donde tenía la moto aparcada en mitad de la acera. Supo que ella lo seguía, por lo que le arrojó el casco que ella cogió por puro instinto.
─Te llevo.
Ella sacudió la cabeza, le devolvió el casco como si fuera un instrumento del mísmisimo diablo y dio un paso hacia atrás.
─No me gustan las motos ─parecía muy asustada.
─Pero te gusto yo.
Ella lo miró perpleja, soltó una carcajada ácida y le enseñó el dedo corazón.
─Se me ocurren un par de cosas que puedes hacer con eso ─le dijo él con frialdad.
─A mí se me ocurre que te lo puedes meter por él...
Logan le agarró el dedo y ella gritó cuando se lo llevó a la boca, le soltó un pequeño mordisco para luego ponerse el casco de la moto y subirse encima. Enfurecida, ella trató de propinarle una patada justo en el momento en el que él arrancó su moto y la dejó atrás. Desde el espejo retrovisor, vio como se caía de culo debido al impulso de no haber golpeado su objetivo. Riéndose de buena gana, detuvo las moto a pocos metros mientras le hacía una seña para que se acercara.
Había decidido que conocer a esa chiquilla era demasiado divertido como para perdérselo. Al fin y al cabo, no estaría en la ciudad por más de unas semanas, y una distracción como aquella no tenía por qué evitarla, ¿No?




CAPÍTULO SEIS: RECUERDOS.

Álvaro acarició el rostro de la mujer rubia por encima del cristal de la fotografía. Hacía seis años que todo había acabado, pero aún dolía con la intensidad de aquella fatídica noche.
La culpabilidad, el rencor y el odio persistían en su corazón, impidiéndole avanzar hacia un futuro que se avecinaba solitario. Pero no le importaba, o al menos tratataba de aparentar que no lo hacía.
Poco quedaba del chiquillo de veintidós años que fue algún día, pero a veces, sobre todo cuando se despertaba angustiado por los recuerdos en mitad de una noche lluviosa, podía verse a sí mismo como el mismo chaval recién licenciado y cargado de sueños. Con la intención de hacerse colega de sus alumnos de instituto, formar una familia y ser la clase de profesor que les inculcara la pasión por la literatura.
La realidad actual poco se le parecía.
Profesor de literatura en un instituto privado, elitista y cargado de chiquillas que suspiraban a su paso. Con alumnos que leían por obligación, padres que exigían tutorías y vecinas de diecisiete años que trataban de llamar su atención.
Entonces pensó en Lola.
Se le tensó todo el cuerpo al decir su nombre en voz alta.
¿A quién quería engañar?
Lola no era como las demás. Lola era Lola, y con eso bastaba para mandar su autocontrol al infierno. Lola tenía diecisiete malditos años, llevaba la falda demasiado corta y tenía una valentía para decir lo que sentía que lo apabullaba.
Lola lo asustaba.
Deseaba que aquel verano en el que la conoció no hubiera sucedido nunca, porque mientras que compartían charlas, paseos y recomendaciones literarias, la imaginaba desnuda entre sus brazos, instruyéndola en el arte de las relaciones sexuales.
Toda para él; en cuerpo y alma.
Con sus manos en las curvas de aquellas caderas que lo volvían loco, los labios de ella entreabiertos y Álvaro perdido entre sus muslos.
¡Sólo tenía diecisiete años!
Diez menos que él.
Era su vecino, su tutor, su profesor de literatura...
No era más que una niña, y él un hombre que se había prometido a sí mismo no volver a amar, porque sabía que había algo en él que lo impulsaba a hacer daño a las personas que tenía a su alrededor. Lola no se merecía a alguien como él, porque era joven y tenía toda la vida por delante. No iba a robarle aquellos años universitarios en los que tendría la posibilidad de conocer a alguien, viajar y convertirse en una persona de provecho.
Volvió a contemplar el rostro de la mujer rubia. La misma que, en las noches de tormenta, regresaba a su mente para hacerle daño.
Álvaro no volvería a amar.
***

Lola se agarró a la cintura masculina cuando la moto aceleró para zigzaguear entre los coches. No sabía lo que la había impulsado a correr hacia aquel cretino, agarrarse a su cuerpo como si le fuera la vida en ello y dejar que él la llevara a algún sitio que la hiciera olvidarse de todo.
Quería olvidar.
Mentirse a sí misma de que podía olvidar a Álvaro con otro.
Con un desconocido.
Uno que besaba muy bien, hacía las cosas sin pedir permiso y se saltaba las reglas. Uno con muchos secretos y pocas palabras.
Apoyó la mejilla sobre la espalda de Logan, aspiró su olor y por un instante se sintió libre. Creyó que estaba dejando de ser la hija modélica que siempre acataba las normas sin preguntar.
Logan iba sin el casco puesto porque se lo había dejado a ella. Los mechones de pelo castaño claro, casi dorado, ondeaban con el viento y capturaban los destellos de un sol que se ocultaba entre las nubes. Un sol rebelde, como aquel completo desconocido que la llevaba en moto sin preguntar.
─¿Dónde te dejo? ─le gritó. Su voz se confundió con el rugido del motor.
─¡Me da igual! ─le respondió, con la voz acelerada por la emoción.
Él echó la cabeza hacia atrás para observarla con las cejas enarcadas, y ella le gritó que mantuviera la vista en la carretera, presa del pánico que la consumía. Cuando lo hizo, volvió a apoyar la mejilla sobre su espalda y suspiró. No lo conocía de nada, pero estaba segura de que a su lado, en aquel instante que no deseaba que acabara, nada podía ocurrirle.
Sintió la velocidad en la piel, el viento que le agitaba el cabello y el olor a cuero que desprendía la chaqueta de Logan. Él tomó una curva y la moto se inclinó peligrosamente sobre el asfalto, por lo que a Lola se le encogió el corazón mientras se agarraba a su cuerpo con ansiedad. La moto volvió a recobrar la postura vertical, aceleró y se perdió hacia la carretera que iba directa al acantilado.
Logan detuvo la moto al inicio del acantilado cubierto de rocas, arena y algo de hierba. Se bajó, le quitó el casco y la miró de soslayo.
─Me gusta este sitio ─fue todo lo que dijo, antes de aproximarse hacia el borde de aquel precipicio rocoso.
Lola sintió que en aquel lugar tan alto hacía más frío y viento. Se escuchaba el sonido del mar calmado, y hacía un día estupendo. Le encantaba aquel lugar, pero se asustó cuando percibió que Logan se acercaba peligrosamente hacia el borde. Se colocó a su lado, lo tomó de la mano con cierto miedo y él se quedó inerte. No lo conocía, pero supo que aquel gesto cercano, casi atrevido, le había gustado pese a que se mantenía reticente a devolverle el apretón.
─¿De dónde eres? Tienes acento norteamericano pero hablas el español con gran fluidez ─se interesó.
Él se separó de ella, se sentó sobre el borde y oteó el horizonte. Tenía la mirada distante. Todo en él lo era.
─Y eso qué mas da.
Qué más da...
No tenía miedo a las alturas, pero se le aceleró el cuerpo cuando tomó asiento a su lado. Él la observó con cautela, sonrió y le pasó una mano por los hombros. Lo cierto es que el gesto de proximidad consiguió calmarla, pues le aportó el punto de estabilidad que necesitaba para no desmayarse a tanta altura.
Las vistas eran preciosas.
─¿Mejor? ─le preguntó con suavidad.
Le gustó que él se hubiera propuesto hacerla sentir mejor.
─No tengo miedo a las alturas, pero reconozco que esto impresiona bastante... ─se rió nerviosamente, y por si acaso colocó su mano sobre la de él, que asía su hombro con seguridad.
─No me refería a eso ─ella se turbó ligeramente, pero no dijo nada.
Logan tampoco lo hizo, pues no parecía tener intención de estropear aquel momento de quietud que estaban compartiendo.
Se sentía intrigada por él. Por todo lo que escondía y no dejaba ver. Le parecía la clase de personaje recurrente en cualquier novela de Oscar Wilde. Repleto de sombras y algunas luces, sarcástico..., guapo a rabiar.
Lola miró el reloj que tenía en su muñeca, y fue consciente de que le quedaban veinte minutos para llegar a casa. Supuestamente debería regresar del instituto, por lo que intuyó que sus padres pondrían el grito en el cielo en cuanto les enseñara aquella nota que Álvaro le había escrito. Al parecer, le encantaba escribir cartas...
─Me tengo que ir.
─¿Debes irte o tienes que irte? ─replicó él, sin mirarla.
Su brazo seguía rodeándola.
─Supongo que las dos cosas ─respondió, pues no estaba segura.
─La chica ejemplar regresa a casa a la hora del almuerzo ─masculló él de mala gana.
Tiró una piedra al acantilado, y Lola se quedó abstraida al contemplar como el terrón de piedra se esfumaba en el mar al cabo de un rato.
─Olvidaba que eras la clase de tipo duro al que no le importa lo que los demás piensen de él ─replicó ella.
Se levanto quitándose de un manotazo la mano que tenía encima de sus hombros. Él no lo hizo. Sus ojos azules parecían confundirse en el horizonte, como si acaso estuviera pensando en otra cosa.
─No me conoces ─fue una advertencia en toda regla.
─Tú a mí tampoco.
Él se levantó, caminó hacia la moto sin mirarla y le dijo:
─Eres la clase de chica que no saltaría del precipicio ni aunque me estuviera ahogando. Apuesto a que te acojonaría llegar a casa con la ropa empapada porque tienes unos papas a los que contentar.
Lola bufó, pateó una piedra y se metió las manos en los bolsillos. El juego del tipo duro empezaba a hartarla.
─No veo que te estés ahogando...
Entonces, él hizo lo único que podía sorprenderla a esas alturas. Tomó velocidad, corrió hacia el precipio y desoyó el grito que Lola arrancó de sus pulmones al verlo saltar hacia el abismo. Ella lo siguió con el rostro desencajado, y vio como el cuerpo de él se perdía dentro del agua. Gritó su nombre en repetidas ocasiones. Lo gritó. Le rogó que no fuera idiota. Lo hizo hasta que una cabeza masculina emergió del agua y la saludó desde la distancia.
─¡Eres un imbécil! ─lo insultó, pese a que se alegraba de verlo sano y salvo.
No podía creer que aquel tipo hubiera saltado del precipicio sin habérselo pensado.
¿Y las rocas? ¿La altitud? ¿Es que se había vuelto loco?
Logan agitó los brazos, pidiéndole que se uniera a él. En ese momento, ella ya había visto lo suficiente como para asombrase. Señaló la moto, y le gritó que volviera de inmediato pues tenía que regresar a su casa.
─No me pienso mover de aquí hasta que saltes.
─¡Te has vuelto loco!
─Eres muy predecible, Lola.
Ella abrió mucho los ojos, pues no se podía creer que él le estuviera pidiendo que saltara desde un acantilado.
¿En qué momento del día creyó que subirse con un completo desconocido a un vehículo que detestaba había sido buena idea?
─¡Ahora resulta que soy predecible porque no quiero saltar desde un maldito precipicio! ─perdió la calma.
Recibió la risa de él como toda respuesta.
─Exijo que vuelvas aquí ahora mismo.
─¿Exiges? ─la contradijo con descaro.
Angustiada, vio como el se zambullía en el agua para no salir. Desde su altura, divisó el mar en calma, sin burbujas que pudieran hacerle adivinar que él estaba gastándole una broma. Pasaron los minutos, y Lola comenzó a aterrorizarse. Se asomó al precipicio, inclinándose sobre aquel vacío a pesar de que se sentía inestable y los pies le temblaban.
¿Dónde se había metido?
Echó el cuerpo hacia delante para contemplar la orilla cuando unas manos humedas la apresaron por detrás y la hicieron soltar un alarido. A continuación, suspiró, pero era inevitable que la calma se apoderara de ella.
─No tiene ni puñetera gracia ─se cabreó.
Él le acarició la nuca con los labios, para luego alejarse dejando aquella caricia en nada. Lola se aproximó a él, le dio un empujón y caminó enfurecida hacia la moto. Cruzada de brazos, esperó hasta que a él le pareció que era el momento de regresar. Lo calcinó con la mirada en cuanto lo tuvo en frente.
─¿Tengo que suponer que este truquito te sirve con alguna chica? ¡Estás mal de la cabeza!
─¿Estaba ligando contigo?
Lola se ruborizó, y no volvió a dignarse a mirarlo.
─Sea lo que sea, no ha tenido gracia.
Logan se rió por lo bajo, y Lola se sintió estúpida, pues era evidente que no era la primera vez que él acudía a aquel acantilado para darse un chapuzón. Fuera lo que fuera, no era tan tonto como para haberse lanzado al mar sin cerciorarse de que el fondo no estaba cubierto de rocas que pudieran destrozarle el cuerpo.

Logan la llevó de regreso a su casa, pese a que Lola insistió en el hecho de que la dejara en una esquina de la calle. Supuso que para martirizarla y ponerla en evidencia, tuvo que aparcar frente a la casa de Álvaro, a quien descubrió mirando por la ventana en el instante en el que se bajaba de la moto y Logan le robaba un beso. Otra vez.

23 comentarios:

  1. ouuu alvaro se va a moskear jajajajja a:)
    cada dia me gusta mas logan .. tengo gans de saber masssss!!

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    1. jajajajaja la reacción de Álvaro será digna de leer en el siguiente capítulo del lunes

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  2. Bufffffff que interesante se está poniendo esto Chloe :) Alvaro va a echar fuegoo que digo fuego llamaradassssssss jajajaja Y Logan?? dispuesto a volverla loca... Lo que le espera a Lola ! me encanta

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    1. A la pobre Lola le esperan muchas cosas, pero no hay que negar que algunas se las está buscando ella solita. Hasta el lunes! besos :)

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  3. x cierto el momento colas locas a la mitad a que viene ?? jajajajajajajaja

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    1. a nada en particular jajaja me gustan poner fotos y gift de los personajes jajajajajaj

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    2. jajajajajaja me encantan tus puntazos

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  4. ayyyyy y!!!!! que interesante esta? que le abra pasado alvaro? a mi me encanta el misterio de de el y Logan no se no se algo oscuro trae...me esta gustando mu cho te felicito... he leído tus otros libros me encantaron y ahora tengo pendiente el último cuando lo leea te lo digo.felicidades cuando el.próximo 😍😍😍😍😍

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  5. Me encantaaaaa logan😍😍😍😍😍

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  6. Hola Chloe!!! Uff me a encantado los dos capitulos , madre mia como esta la cosa , Alvaro es un cretino si quiere que Lola se olvide de el ,El deberia hacer lo mismo no tomarse ciertas libertades para luego querer ser solo su profesor.Que secreto ocultara??? Muero por saber , nos has dejado pequeños detalles.
    M e encanta Logan es tan divertido y a locado trae a Lola de cabeza jajaja, la verdad es que no tengo ni idea de quien sera el que le escribe las cartas.
    Deseando de leer el siguiente capitulo y ver la reaccion de Alvaro al ver a Lola con Logan , me a gustado mucho los dos capitulos .
    Besotes!!!

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    1. muy de acuerdo en lo que dices jaja
      pero Álvaro tiene motivos para comportarse así, o eso cree él. Habrá que ir conociéndolo
      besossss

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  7. Que interesante Alvaro va hachar humo ese hombre es un puto celo pata jajajajaja dios Lola es toda una caja de sorpresa y Logan me gusta este chico su vida oscura me encanto los dos capítulos Chloi Felicitaciones esta demás decir que ya tienes el éxito bella !!!!!!!!!!

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    1. muchas gracias!
      en el siguiente capítulo se verá la reacción de Álvaro...y será...TREMENDA! :D
      Besossss

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  8. Hay uno que le dará ataqueee. Pero que bueno está esoooo!!! Jajajjaja

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  9. Me encantaaaaaa!!!!te superas,el momento del despacho con Alvaro,uffff.Pero el acantilado con Logan...me esta ganando Logan me ha encantado en este capitulo,ayyy no puedo esperar se me hacen muy cortos

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  10. K de sorpresaa!!!!.. que le paso a Alvaro???? Uyuyuyyyy este Logan me gusta....creo k no voy a poder esperar hasta la semana k viene...me encanta Clhoe sigue guapa...eres una genia. ..

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  11. Creo q Álvaro simplemente enloquecido cuando vea ese beso robado,aunque el no sepa... pero me encanta como se quiere desligar de ella y sin querer queriendo se une mas a Lola...
    Logan me recuerda a H... me fascina
    Quiero mucho más. ..
    Nos tienes en tus manos ... y literal yo leo cupido soloa me rio y la gente tal vez creen q enloqueci.. ♡♡♡♡♡

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