jueves, 11 de diciembre de 2014

CAPÍTULO CUATRO. CARTAS CON SABOR A LIMA

CAPÍTULO CUATRO: ¡DESAPARECE PARA SIEMPRE!

Lola se quedó con el pliego de papel sobre el regazo, el bolígrafo en la otra mano y la certeza de que no sabía lo que responder. Tampoco comprendía por qué Álvaro le había anotado la dirección de una cuenta fantasma de correo electrónico. Si sus sentimientos hacia ella iban más allá de lo que aparentaba en su tensa relación diaria, no tenía sentido que se escondiera tras el anonimato que le ofrecía una carta en la que declaraba abiertamente sentirse atraído por ella.
Pues era Álvaro quien la había escrito, ¿No?
De hecho, tenía que serlo. Lola deseaba que el autor de aquella misiva fuera Álvaro. Es más, lo necesitaba.
La creencia de que él estaba en el mismo punto que ella la reconfortaba, alejándola de la visión de la cría patética que haría lo que fuera por ganarse el amor de su profesor de literatura, pues ella quería serlo todo para él. Quería dejar de ser la niña de diecisiete años para convertirse en la mujer que le quitaba el sueño por las noches.
Al final, arrugó el trozo de papel en blanco y se lo metió en el bolsillo, pues a la mente solo se le venían palabras de agradecimiento bobaliconas que poco conquistarían ─o impresionarían─ al autor de aquella carta.
Decidió que, unas horas más tarde y con la mente despejada, se sentaría frente al ordenador para escribir un mail mientras escuchaba a 30 seconds to Mars, que era su grupo de música favorito.
De camino a su casa, recibió varios mensajes de texto de su amiga Andrea. Al leerlos, Lola esbozó una sonrisa comedida, pues sabía que era afortunada al contar con una amiga tan peculiar como la suya.
Cualquier otra amiga se habría regodeado en su miseria, pero Andrea era la clase de persona que se preocupaba por ella echándole las cosas a la cara. Le recriminaba su actitud cobarde y lastimera, exigiéndole que se comportara como una fiera si no quería perder el poco respeto que se tenía hacia sí misma, y el que su amiga sentía por ella.
Al llegar a casa, el coche de Álvaro se detuvo frente al paso de peatones. Lola sintió el consabido fuego en el estómago, se puso nerviosa y trastabilló con sus propios pies. Por suerte, pudo mantener el equilibrio por lo que no quedó ante él como si fuera una tonta.
Lo saludó mientras se acercaba a la ventanilla del conductor, que estaba abierta. Álvaro tenía una pose muy masculina, con el brazo apoyado sobre la ventanilla y las mangas de la camisa remangadas, de las que asomaba un vello oscuro que poblaba los antebrazos.
Sobre los ojos llevaba unas gafas de sol oscuras, lo que a ella no le impidió sentir su mirada pesada sobre su cuerpo. Se inclinó sobre el coche, pero no consiguió que él detuviera el motor del vehículo.
─Pensé que ya estarías en tu casa ─la censuró, en cuanto la tuvo cerca.
Al parecer, le encantaba extrapolar aquellas reprimendas incluso fuera del aula.
─No quería hacer frente a las preguntas de mi madre ─le restó importancia
─Pero sí que has sido capaz de pedirme que te dejara salir del instituto ─replicó él, y a ella le dio la sensación de que estaba molesto consigo mismo por haber accedido a su petición.
Lola se alejó de su influjo, molesta por su réplica espontánea.
─Te recuerdo que fuiste tú quien insistió en solucionar la situación a tu manera ─le soltó enfurecida.
Álvaro ni siquiera se inmutó.
─Es mi obligación como tutor, Lola ─le respondió con una calma peligrosa─. Huir no soluciona las cosas.
─No estaba huyendo ─respondió con voz queda.
Él la miró por encima de las gafas.
─¿Ah no? ─le dedicó una mirada furibunda─. Puedo comprenderlo. A tu edad, piensas que un mal rumor es lo peor que puede sucederte, pero no es así.
Lola dio un respingo ante la acusación, pero lo que más la afectó fue la ligereza con la que él nombraba su edad con tal desapego, colocando un muro entre ambos que a ella no le pasó desapercibido.
─El problema lo tiene usted, profesor Aguado. Si la memoria no me falla, me exigió que le diera una explicación como si tuviera motivos personales que lo vincularan a mí ─lo atacó, sintiéndose tremendamente bien ante esa pequeña victoria.
A Álvaro se le descolocó la expresión, por lo que ella se encaminó hacia su casa antes de que él le soltara una buena reprimenda.
─¡Lola! ─la llamó cabreado.
Ella se detuvo con los labios curvados en una sonrisa que se disipó en cuanto él volvió a hablar.
─La próxima vez se lo contaré a tus padres. Tómatelo como una advertencia ─le soltó con dureza.
A pesar de que sabía que él le había dicho eso para hacerle daño, y de que dudaba que Álvaro se atreviera a hablar con sus padres, no pudo evitar apretar los labios y sentirse muy dolida, pues nombrar a sus padres era la mejor forma de hacerle saber que no era más que una niña a la que jamás prestaría la clase de atención que un hombre prestaba a una mujer.

No tuvo ánimo ni fuerzas para ofrecerle una respuesta que estuviera a su altura, por lo que se encaminó hacia su casa, abriendo la puerta con tanto ímpetu que asustó a su hermano pequeño, a quien se le pasó el susto en cuanto la vio.
─¡Hola nana! ─se lanzó a sus brazos para que lo llenara de besos.
Qué curioso que para su hermano ella fuera la persona adulta más influyente, mientras que Álvaro la tomaba como una cría a la que no era necesario tener en cuenta. Empezó a pensar que no era él quien había escrito la carta, y una súbito temor se apoderó de su cuerpo, por lo que prefirió no seguir pensando en ello.
Degustó el almuerzo sin ganas, por lo que sus padres le dedicaron sendas miradas curiosas, pues era inusual que no tuviera apetito a la hora del almuerzo. Como cada mediodía, la temida pregunta llegó a la hora del postre, esta vez de los labios de sus padres.
─Y bien hija, ¿Has decidido qué es lo que quieres hacer con tu vida? ─insistió su padre, por enésima vez.
Lola bufó, rehusó continuar con el postre y se cruzó de brazos. Le fastidiaba que sus padres no fueran como los de sus amigas, que se conformaban con que sus hijos sacaran buenas notas, mientras esperaban a que todo lo demás llegara por pura inercia. Pero en el fondo, Lola sentía una angustia que no estaba dispuesta a admitir.
A esa peligrosa edad que marcaba el sendero entre el joven y el adulto, ella aún no había decidido lo que quería hacer con su vida.
Envidió a su amiga Andrea, quien tenía tan clara su vocación de médico. Ella, por el contrario, se encontraba en medio de ninguna parte; con notas excelentes, eso sí, pero con una vocación tan abstracta que pensar en su futuro se le antojaba desolador.
─Pues no tengo ni idea ─admitió de mala gana.
─Pero Lola..., ya deberías ir cavilando algunas opciones..., no digo que tengas que decidirlo ya, pero sería bueno que al menos te lo pensaras ─replicó su madre.
─Faltan más de siete meses para la Selectividad, y sería una estupidez pensar en lo que quiero hacer con mi vida cuando ni siquiera tengo la nota de mis exámenes.
─Ambos sabemos que tu rendimiento escolar no será un problema ─le dijo su padre con suavidad.
Lola se levantó de repente.
─¡Entonces no hay nada de lo que preocuparse! ─soltó, alzando la voz más de lo necesario.
Agobiada por el interés desmedido ─aunque justificado─ de sus padres en lo referente a su futuro, Lola se sentó frente al ordenador con la intención de responder a aquella carta. Durante horas estuvo con la cabeza apoyada en el escritorio, sin tener idea de lo que podía responder.
Tras aquella conversación, su futuro le resultaba tan deprimente que no podía parar de pensar en otra cosa.
¿Qué es lo que quería de la vida? ¿Qué se suponía que alguien como ella debía exigir de la misma?
Al final, tras mucho pensarlo, tuvo claro que sólo existía una cosa que de verdad mereciera la pena. En esta vida, lo único que Lola quería era ser feliz.
No le importaba la profesión, el lugar, el jefe o la carrera universitaria. De hecho, no estaba segura de querer continuar con los estudios, pues siempre se había comportado como la hija modélica de la que sus padres pudieran estar orgullosos, más porque era lo que tenía que hacer y lo que se esperaba de ella que porque en realidad fuera lo que ella quería, o peor aún, lo que necesitaba.
Sus padres le exigían una y otra vez que pensara en su futuro, por lo que comenzó a hacerlo. Y lo hizo no con las exigencias de ser alguien de provecho de la que sentirse orgullosos, sino con la premisa de ser alguien que se sintiera orgullosa de sí misma.
Se sintió emocionada ante la perspectiva, por lo que comenzó a escribir aquel email con un entusiasmo renovado. Antes de enviarlo a la dirección establecida, lo leyó una última vez.

Asunto: dime quién eres
Hora: 14:35
Querido Qué más da;
Puede que creas que me conoces lo suficiente para escribirme una carta parafraseando mi libro favorito como el que no quiere la cosa, e incluso que hablando de luces y sombras pienses que aquello puede infundirme algo de curiosidad; pues bien, ya que me muevo por impulsos te diré que lo has conseguido. Leo tu carta ─eso de utilizar una caligrafía de un siglo en el que yo ni siquiera había nacido es hacer trampa─, y me invade la curiosidad. Así que Sí más da. Cámbiate el nombre, o dime quién eres. Tú eliges.
Fdo;
Lola.

Fingiendo ante sí misma que la respuesta no le importaba, y que aquello no era más que un juego para paliar su aburrimiento, encendió su Ipod y tarareó en voz alta Hurricane, de 30 Seconds to Mars.

No matter how many times
that you told me you wanted to leave
No matter how many breaths
that you took, but still couldn't breathe
No matter how many nights
did you lie wide awake to
the sound of pausing rain
Where did you go?
Where did you go?
Where did you go?
(Heart beat, a heart beat,
I need a heart beat a heart.

Cogió su teléfono móvil como si se tratara de un micrófono y cantó a grito pelado, desatada por la emoción. Le encantaba aquella canción, la abochornaba su horrible voz, pero tenía la puerta cerrada, por lo que nadie podía oirla.
Pero entonces...
─¿Lola? ─escuchó la inconfundible voz perpleja de Álvaro, seguida de una risa grave.
Asustada, miró a uno y otro lado de la habitación, hasta que alcanzó a atisbar por la ventana de su habitación, que daba justo al salón de la casa de Álvaro. Lo encontró con el teléfono móvil pegado a la oreja, los labios curvados en una sonrisa y la mirada enfocada en ella.
¡Había llamado al teléfono de Álvaro sin querer!
─Gracias por la audición, ¿Cuánto te debo por el concierto privado? ─le dijo por el teléfono, sin dejar de mirarla a los ojos.
Lola quiso llorar de vergüenza. Él, por el contrario, parecía estar pasándoselo en grande.
─Esto...esto... ─quiso soltar algo elocuente, pero no pudo.
Se percató de que Álvaro era tan atractivo de lejos como de cerca, por lo que maldijo y agradeció al mismo tiempo vivir a su lado.
─¿Ahora se supone que tengo que pedir otra? ─soltó, partiéndose de risa.
─Ja, ja ─ella lo fulminó con la mirada, colgó el teléfono y bajó la persiana de su ventana para no volver a verlo.
Acalorada por el bochorno, se dejó caer en la cama con los brazos extendidos y la certeza de que no volvería a salir de su casa hasta que se olvidara de lo ocurrido, pero a los pocos minutos, recibió un nuevo correo electrónico que la incorporó con ansiedad. Leyó la respuesta, más bien la devoró, y sintió que por primera vez desde el verano todo comenzaba a tener sentido.

Asunto: REdimequiéneres
Hora: 15:30
Querida Lola,
Si pudiera elegir, querría un beso. Uno de los que se dan sin pedir permiso, pues las cosas que merecen la pena se cogen sin hacerlo. No voy a presentarme; si fueras una chica lista ─y pensaba que lo eras─ habrías adivinado quién soy.
¿Quieres una pista?
Responde a esta carta.
Fdo;
El que te roba la concentración en las clases de literatura.

¡En las clases de literatura!
Lola comenzó a saltar en la cama hasta que los muelles de su colchón sufrieron su alegría.
¡Álvaro, era Álvaro!
Por supuesto que era él.
Podía fingir..., pero por mucho que lo intentara, él sentía lo mismo por ella, o al menos, se sentía lo suficiente atraído como para escribirle aquellas cartas.
Estaba tan contenta, que respondió al mensaje de su amiga Andrea en el que la invitaba a salir aquella misma noche. Poco le importaba el resto, pues Álvaro era quien le escribía aquellas cartas, y eso, definitivamente, tenía que significar algo, ¿No?


***
Lola observó con recelo la fachada de aquel pub catalogado para mayores de edad. Al final, sacudió la cabeza, sostuvo a su amiga del brazo como la chica cabal que era y se negó a acompañarla dentro.
─Se suponía que íbamos a tomar un helado ─la censuró.
Andrea puso los ojos en blanco, le guiñó un ojo al portero y arrastró a su amiga consigo.
─No seas aguafiestas, Lola. Sólo quiero animarte, porque después de lo sucedido esta mañana, pensé que lo necesitabas.
─Te aseguro que ya estoy mejor ─desdeñó su oferta.
─Claro que lo estás. El profesor Aguado le ha echado la bronca a Vanesa delante de toda la clase, y ella se ha echado a llorar. He de admitir que eres una chivatilla con buena suerte, porque Vanesa ha asegurado delante de toda la clase que se lo inventó todo, aunque claro, nadie es capaz de soportar la mirada del profesor Aguado sin derrumbarse. Creo que es el hombre más estricto que he conocido en mi vida.
─No era mi intención, no soy una chivata... ─replicó un tanto ofendida, pese a que estaba agradecida de que Álvaro hubiera manejado la situación con mano de hierro, pues temía que su intervención empeorara la situación y la convirtiera en la pusilánime de la clase.
─¡Qué más da! Esa peliteñida se lo merecía ─insistió con despreocupación, volviendo a arrastrar a su amiga hacia la entrada del pub.
─Si nos piden el carnet de identidad, me moriré de vergüenza.
─¡Anda ya! Aquí no nos conoce nadie...
Andrea se plantó delante del portero, se sacudió su melena rubia y le ofreció una mirada de gata que le abrió las puertas de aquel pub, aunque Lola se temió que su generoso escote había tenido mucho que ver en ello.
─¿Ves? ─le dijo con suficiencia.
Se colocaron en una mesita cercana a la barra, donde Lola se pidió una cerveza ante la insistencia de Andrea, pese a que se mojó los labios con aquella asquerosa bebida que olía sospechosamente a pipí.
─¿No vas a hablarme del chico que te tiene enamorada?
Lola se atragantó con su propia saliva ante aquella pregunta tan directa y acertada.
─No sé de qué me hablas ─respondió, rehusando devolverle aquella mirada bajo dos cejas arqueadas e inquisitivas.
─¡Venga ya, Lola! Te conozco, y has dejado de ser la amiga alegre a la que estoy acostumbrada. Estás todo el puñetero día con la cabeza en otra parte, pero si no me lo quieres contar...
─Hablar de amor son palabras mayores.
Andrea se acabó la cerveza de un trago.
─Llámalo como quieras ─sentenció, un tanto ofendida. La cogió del brazo y la llevó hacia la minúscula pista de baile─. Si no me lo quieres contar, allá tú.
Lola suspiró, se movió un poco y apenas bailó. Por el rabillo del ojo, electrizada sin poder evitarlo, visualizó la figura inconfundible de Álvaro, quien se sentó frente a la barra con una bebida en la mano. Poco le importó que Andrea estuviera allí con ella, y estuvo a punto de acercarse a él cuando vio que estaba muy bien acompañado por una mujer alta, morena y de un atractivo que la empequeñeció de una patada al orgullo adolescente.
Andrea saltó sobre ella, comenzó a reírse y señaló sin disimular a la pareja, más pegada de lo que Lola podía soportar. Pese a que quería fingir que no le sucedía nada, los ojos comenzaron a picarle.
─¡Pero si es el profesor Aguado! Ese pincha seguro...¡Mira la morena, se lo quiere comer de un bocado!
Su amiga le hizo daño con aquellas palabras, por lo que Lola fingió una sonrisa forzada. Se esforzó en disimular que todo andaba bien; alzó los brazos, echó la cabeza hacia atrás y comenzó a mover el cuerpo al ritmo de la música.
No quería estar enamorada de él.
Deseaba que desapareciera para siempre.
Ojalá no hubiera contestado a aquel estúpido mail que ahora le quemaba la conciencia.
Se llamó idiota a sí misma mientras bailaba. Odió a Álvaro por hacerle daño, al parecer a propósito. Sintió el fuego de unas manos masculinas que le recorrieron todo el cuerpo, pero poco le importó. Se odió a sí misma por desear que fuera él quien la tocara como hacía aquel extraño. Por ser tan débil, tan ingenua, tan...
Sintió que los ojos de él estaban fijos en ella, por lo que abrió los suyos para encontrarse con la mirada dura de Álvaro, quien parecía querer abofetearla desde la distascia, a pesar de que no movía ningún músculo. Se percató de la mano femenina que vagaba por el interior del muslo masculino; de los ojos de él, calcinando al extraño que la tocaba. Se apartó incómoda, siguió bailando; pese a que muchos hombres se arremolinaban en torno a ella y su amiga. Sonrió, fingió una sonrisa de la loba que no era, pues ardía en deseos de ponerlo celoso, o peor aún, de hacerle tanto daño como él que él le causaba al exponerse junto a otra mujer, delante de sus narices.
Álvaro se levantó de improviso, ignoró a la mujer que le hablaba, y Lola tuvo la sensación de que él iba a acercarse hacia ella para agarrarla de los brazos y sacarla a rastras de aquel lugar, pero no lo hizo. Con el cuerpo tenso y el rostro enfurecido, se acercó hacia uno de los porteros del pub, le susurró algo al oído y la señaló sin lugar a dudas. A los pocos segundos, el portero se acercó hacia las dos amigas, pero Lola no pudo quitarle el ojo de encima a Álvaro, ni él a ella tampoco.
─Señoritas, tienen que abandonar la sala ─les comunicó con educación.
Lola asintió sin inmutarse, se colocó el abrigo y echó a correr hacia la salida. Andrea, como era de esperar, comenzó a discutir acaloradamente con el portero. Lola, por su parte, quiso agarrar a su amiga para sacarla de allí, pero en un arrebato poco usual en ella, se acercó hacia Álvaro, quien la asesinó con la mirada.
─¿Se puede saber qué haces aquí? ─le espetó, con la mandíbula apretada─. Vete de aquí. Ahora.
Lola le soltó un empujón, sin importarle que cualquier otra persona pudiera percatarse de ello.
─¡Ojalá no te hubiera conocido! Hazme un favor. Desaparece de mi vida para siempre, ¿Me oyes? ─lo zarandeó de la camisa, por lo que él retrocedió para sostenerla por los hombros, pidiéndole a gritos que se calmara. Pero no podía. La rabia, el dolor y los celos se habían apoderado de ella─. ¡Eres la peor persona que he conocido en mi vida! Te odio..., joder...te odio.
Álvaro intentó retenerla sosteniéndola contra su cuerpo. Le susurró palabras a su oído que ella fue incapaz de escuchar, pues siguió gritando, insultándolo; hasta que se hizo tanto daño a sí misma que echó a correr hacia la calle desierta y oscura.
Con los ojos anegados de lágrimas, no se detuvo hasta que sintió que el corazón se le desbocaba del pecho.
***


Logan Tylor sabía que la vida dolía, y si no que se lo dijeran a él. Toda la maldita vida huyendo. La infancia, la adolescencia..., hasta que su madre...; prefería no pensar en ello, pues la rabia lo consumía; lo cegaba como aquel día en el que decidió robar aquel abrecartas en un ataque de poca lucidez.
No iba a permitir que ninguna persona, ni siquiera aquella chiquilla que se creía mejor que nadie, le estropeara los planes por los que había viajado hasta España, pues la venganza era lo único que lo mantenía con vida. La única razón por la que merecía la pena vivir.
Tenía la carta, la dirección de aquel al que llamaban Señor X, y se sentía como un lobo en busca de su presa, cada vez más cerca. Podía olerlo, y por primera vez en demasiado tiempo las cosas comenzaban a tener un poco de sentido.
No le había costado convencer a aquel hombre vestido de romano. De hecho, un par de amenazas y un puñetazo en el estómago habían surtido el efecto deseado para que aquel desgraciado le dejara la dirección deseada.
¿Tendría el valor necesario para hacerle una visita? Por supuesto. De hecho, no le cabía la menor duda.
Caminó con las manos en los bolsillos hacia la casa de su tío, quien era otro hueso duro de roer. Si el viejo pensaba que le había hecho una visita por una vieja rencilla familiar, estaba equivocado. Poco le importaba la frialdad y los planes absurdos que hubiera trazado para su futuro.
Logan Taylor solo tenía presente. Lo demás sobraba.
Entonces la vio, y por un instante, deseó esconderse en una esquina para dejarr que ella continuara con su camino, pero no pudo permitirlo. Fue como percibir una ráfaga de luz en toda aquella oscuridad que lo rodeaba. Algo que merecía la pena, a pesar de que él deseaba que no fuera así.
Se acordaba del café caliente sobre su cara. Que la chiquilla tenía coraje no se podía negar; pero se preguntó si seguiría teniendo la misma entereza cuando él abriera sus muslos y la embistiera unas cuantas veces.
Por mucho que escondiera la cabeza bajo aquella capucha ordinaria, Logan la reconoció de inmediato. Detestó que llorara, y odió de inmediato a la persona que le hubiera provocado aquellas lágrimas.
Se apoyó sobre la pared con los brazos cruzados, esperando a que ella llegara a su altura. A pocos metros de él, ella alzó la cabeza, como si acaso pudiera percibir su presencia. Primero vino el desconcierto inicial, seguido de una frente arrugada, hasta que ladeó la cabeza, con toda seguridad molesta porque él acabara de descubrirla llorando. Se limpió las lágrimas con el dorso de la manga, y le habló sin sostenerle la mirada.
─¿Me estás siguiendo? ─gruñó, con la voz áspera por las lágrimas.
A Logan aquella pregunta le hizo bastante gracia.
─No te des tanta importancia ─le sugirió, se acercó hacia ella, rodeándola para darle un vistazo descarado que no se esforzó en disimular.
Lo cierto es que aquella chica le producía bastante curiosidad.
─Qué casualidad que nos hayamos encontrado tres veces en una ciudad tan grande ─soltó muy ufana, alzando la barbilla para encararlo.
Logan le dedicó una sonrisa sibilina.
─Caperucita, tienes una alta opinión sobre ti misma, pero no te preocupes, puedo bajarte los humos en cualquier momento ─le advirtió, acercándose hacia ella.
Lola empezó a jadear, pues ya sabía lo que sucedía cada vez que lo tenía demasiado cerca, como en ese preciso momento.
─¿Con un beso asqueroso? Curiosa manera de darme una lección.
Logan se inclinó hacia ella para acariciarle el cuello con los labios.
─¿Asqueroso? ─replicó, en tono apremiante─. Qué mentirosa eres.
─Yo siempre digo la verdad ─replicó, ladeando la cabeza para tenerlo de frente.
Logan atrapó una lágrima resbaladiza que humedecía su mejilla.
─No soporto que nadie llore delante de mí ─le dijo, en un intento de que ella cesara.
Lola rehusó volver a mirarlo.
─Pues vete. No te he pedido que me mires.
─Mirarte es muy interesante ─la provocó.
Eso la hizo sonreír un poco.
─¿A donde vas? ─al no obtener respuesta, añadió─: hay muchos lobos solitarios en busca de una caperucita a estas horas de la noche.
Lola resopló para luego asesinarlo con la mirada.
─Qué gracioso ─siseó─. Ya sé que no te importa, pero quiero que sepas que he sido el hazmereir de toda mi clase por tu culpa. Merezco una disculpa.
─¿Y por qué no iba a importarme? ─preguntó con voz suave.
─¿Te importa?
─No.
Él se encogió de hombros, y Lola siguió su camino. A él le dio la impresión de que aquella chica estaba enfadada con el mundo, y quiso gritarle que él sí que tenía motivos para estarlo.
La siguió sin poder evitarlo, hasta que se colocó a su altura.
─A ti tampoco debería importarte lo que digan un atajo de desconocidos ─apuntó, pues sabía de lo que hablaba.
─No quiero que me sigas ─determinó de mal humor.
Logan le dedicó una mirada cargada de frialdad.
─No te estoy siguiendo, pero me estoy empezando a preocupar ─al captar la atención de ella, él añadió─: parece que me persigues, y no quiero nada serio contigo.
Lola bufó, se arremolinó dentro de su sudadera y ni siquiera lo miró antes de hablar.
─¿Esa táctica te funciona para ligar con alguien? ─le espetó de mal humor.
─No sabía que estuviera intentando ligar contigo ─respondió, torciendo en una esquina, pues se le habían quitado las ganas de continuar junto a ella─. ¿Sabes? Te das demasiada importancia para ser alguien que sólo me serviría para pasar un buen rato.
Ella abrió la boca, pero la cerró de pronto.
─O puede que ni siquiera eso ─añadió para hacerle daño, antes de continuar su camino.
Ella lo vio marchar, como un lobo solitario que era tragado por la noche. Deseó no volver a encontrárselo de nuevo, pues parecía la clase de chico problemático que solo funcionaba en las películas de amor adolescente.

No, ella no quería volver a escuchar la palabra amor. Ni decirla en voz alta. Ni mencionarla por casualidad. Ni sentirla.

CONTINUARÁ...EL LUNES!!
¿Qué os ha parecido? 

22 comentarios:

  1. Wow! No puede ser que nos dejes siempre así,,, con las ganas de mas!!! Que buena escritora!! Ah esperar con ansia el lunes!!! :D Y ojala que sea Logan el que gané su corazón y cambie por ellaa! <3

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  2. Quiero massssss... Lo se siempre te pido lo mismo... Pero es que se me hacen cortossssss.... Me encanta logan!!! Quiero mas cartas.. De quien seran??? Tengo mis sospechas.... Alvaró esta coladito por ella... No pensáis eso???? Chloe queremos mas jajajajaja...

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    1. Álvaro puede que esté coladito por ella, o puede que no...pero lo cierto es que últimamente se está portando muy mal con la pobre Lola :(
      el lunes más! besosssssss!

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  3. Ya????Ufff yo si creo qe es Alvaro ya no,me encanta,qe pasara,qien sera el tipox???

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    1. que conste que estoy haciendo los capítulos más largos jajajajaj para el lunes nuevo capítulo que creo que os sorprenderá. besos!

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  4. Vamos a ver vamos a ver ...pobre mi lola pero k le pasa alvaro xk a logan lo entiendo bueno creo k me decanto x logan xk alvaro solo le hara sufrir y sufrir oye y cuando escel cumpleaños de lola jijiji con 18 cambiarian las cosas 😜😍😍

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    1. jajajajaja faltan unos meses para el cumple de Lola :D si fuera tan pronto se solucionarían muchas cosas...o tal vez no jijiji

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  5. ayyyy noo estas castigada el lunes capitulo doble !!!! que corto se me haceee Pero que le pasa a Alvaro.. parece que será él el de las cartas... porque es el verdad?? jajajaja ahí hay una tensión sexual no resuelta en toda regla así que cumpla los 18 años ya y lo arreglen jajajajaja :)

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    1. jajajajajjajajajaja le quedan meses para cumplir los dieciocho! :D

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  6. Muy buen capitulo, me gusto eso de la cancion se le marco al profesor. .. y eso del muy desgraciado le fue a decir al portero q las saque de pub... hay Alvaro te vas a quemar.
    Eso logan con su pinta de chico malo... me recuerdo de H....
    Espero con ansias el próximo capítulo.
    Estan de lujo.

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    1. aaayy Alvaro está jugando con fuego.. veremos a ver qué pasa con él jeje

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  7. No puede seeeer, ay! hasta el lunes de nuevo... corto el capitulo y larga la espera *me pongo dramática* Ahora si que no sé de quien son las cartas, espero más pistas!
    Muuuak

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  8. Genial, me encanto este capitulo, ya quiero que sea Lunes!!!!

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  9. Me encanto pero me parecio corto jijiji....soy pesadita pero kiero más.....la pobre a esa edad y ya sufriendo por el profe....ese se kemara...o de ti no se k esperar jajajjaja....besotes guapa

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  10. Holaaa!!! Que le pasa Alvaro?? Por que estan cruel?? Pobre Lola tiene muy mala suerte , Logan me encanta me hace mucha gracia y creo que es lo que necesita Lola un soplo de aire fresco.
    Me a gustado mucho el capitulo deseando que llegue el lunes besotes.

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    1. Álvaro es cruel.. aunque tiene motivos para ser como es. Logan es distinto pero los dos han sufrido mucho. Ya se irá viendo poco a poco jeje

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  11. Recién tengo tiempo de ponerme al día con esta historia, lo bueno es que me dí un atracón de Lola, lo malo que me supo a poco. Muro por saber de quién es la carta!!! Me mata la intriga de saber el pasado de Logan y quiero sacudir a Alvaro para que reconozca cuanto ama a Lola!! En fin, no veo las horas que sea jueves!!

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